ATRACCIîN, REPULSIîN Y CIRCUMDUCCIîN ELECTROMAGNETICA EN EL SISTEMA SOLAR
Sinopsis
por
EMMANUEL
VELIKOVSKY
1946
CONTENIDO
I.
Fen—menos que no est‡n de acuerdo con la teor’a de la gravedad.
II. La
atracci—n entre dos ‡tomos. - Inercia. – La Atracci—n de los Cuerpos
Hacia la Tierra. El Tiempo de Descenso y del Ascenso de un PŽndulo. - El Efecto
de la Carga en el Peso de un Cuerpo
III.
Atracci—n, Repulsi—n, y Circumducci—n
ElectromagnŽtica en el Sistema Solar
IV. La
Anomal’a de Mercurio y Otros Fen—menos Explicados.
I
LA TEORêA FUNDAMENTAL de
este trabajo es: La Gravedad es un
fen—meno electromagnŽtico. No
hay ningœn movimiento primario inherente en los planetas y satŽlites. La La Atracci—n ElŽctrica, la repulsi—n, y la circumducci—n electromagnŽtica (1) gobiernan sus
movimientos. La luna no ÒcaeÓ atra’da por la tierra por un movimiento asumido
inercial a lo largo de una l’nea recta, ni tampoco el fen—meno de objetos
cayendo en la atm—sfera terrestre comparable con el Òefecto ca’daÓ en el
movimiento de la luna, una conjetura que es un elemento b‡sico de la teor’a de
gravitaci—n Newtoniana.
Aparte
de varios hechos importantes descubiertos en el estudio de las cat‡strofes
c—smicas, los que no son ilustrados aqu’ sino solo enumerados al fin de
este, y que son discutidos en
detalle en un trabajo de investigaci—n titulado ÒWorlds In CollisionÓ
(Mundos en Colisi—n) que
ahora mismo esta siendo preparado para su publicaci—n, los hechos siguientes con incompatibles
con la teor’a de la gravitaci—n:
1. Los
componentes del aire—ox’geno, nitr—geno, argon
y otros gases— aunque no como un compuesto sino como mezcla, se hallan en
proporciones iguales a varios niveles de la atm—sfera pese a las grandes
diferencias en pesos espec’ficos. La explicaci—n aceptada en la ciencia es
esta: ÒLos vientos r‡pidos mantienen los gases perfectamente mezclados, de modo
tal que excepto al vapor de agua la
composici—n de la atm—sfera es la misma a travŽs de la trop—sfera a un alto grado
de aproximaci—n.Ó (2) Esta explicaci—n no puede ser cierta. Si fuese verdad,
entonces en el momento en que el viento disminuye, el nitr—geno se ir’a hacia
arriba y el ox’geno caer’a, precedido por el arg—n. Si los vientos son causados
por una diferencia en peso entre aire caliente y fr’o, la diferencia en peso
entre los gases pesados alto en la atm—sfera y los gases ligeros en los niveles
m‡s bajos debiera crear tormentas,
las que se detendr’an solo despuŽs que
ellas hubiesen llevado a cada gas a su lugar natural de acuerdo con su
gravedad o peso espec’fico. Pero nada por el estilo sucede.
Cuando
algunos aviadores expresaron la creencia que hay Òbolsas de gases venenososÓ en
el aire, los cient’ficos respondieron:
ÒNo existen
`bolsas de aire.Õ Ningœn gas en particular y ninguna otra mezcla de gases
similar, tiene a presiones y temperaturas ordinarias, la misma densidad que
tiene el aire atmosfŽrico. Por tanto una bolsa de gas extra–o en Žsa flotar’a
hacia arriba como un globo o se hundir’a como una piedra en el agua.Ó (3)
ÀPorquŽ,
entonces, no se separan los gases atmosfŽricos y se mantienen aparte conforme
con sus gravedades espec’ficas?
2. El
ozono, aunque es m‡s pesado que el ox’geno, esta ausente en los niveles m‡s bajos
de la atm—sfera y est‡ presente en los niveles m‡s elevados, y no esta sujeto
al Òefecto mezclador del vientoÓ.
La presencia del ozono en la alta atm—sfera sugiere que el ox’geno debe
de estar aœn m‡s alto: ÒComo el ox’geno es menos denso que el ozono , tender’a
a elevarse a altitudes mayoresÓ (4)
En ninguna parte se pregunta porquŽ el ozono no desciende por su propio
peso o al menos porquŽ no es mezclado por el viento con los otros gases.
3. El agua, siendo ochocientas veces m‡s pesada que
el aire se mantiene en gotas, por millones de toneladas, a millas por sobre la
superficie. Las nubes y la humedad est‡n compuestas de gotas que desaf’an la
gravitaci—n.
4. Aœn
si la elasticidad perfecta es una cualidad de las molŽculas de todos los gases,
el movimiento de las molŽculas, si es que es afectado por una causa mec‡nica,
debe desaparecer debido a la
atracci—n gravitacional de la
tierra. Deber’a de haber tambiŽn una pŽrdida de momento como resultado de la
transformaci—n de una parte de la energ’a de movimiento en vibraci—n de las
molŽculas golpeadas en las colisiones.(5) Perp debido
a que las molŽculas de un gas a temperatura constante ( o en un aislante
perfecto) no paran de moverse, es obvio que una fuerza generada en las
colisiones las dirige. Las molŽculas de los gases tratan de escapar una de
otra. La repulsi—n entre las part’culas de los gases y vapores contrarresta la
atracci—n.
5. El
peso de la atm—sfera esta constantemente cambiando como lo muestra los cambios
de presi—n baromŽtrica. Las ‡reas de baja presi—n no est‡n necesariamente
rodeadas por anillos de alta presi—n. Los cambios semi-diurnos en la presi—n
baromŽtrica no son explicables por los principios mecanicistas de la
gravitaci—n o el efecto calor’fico de la radiaci—n solar. La causa es estas
variaciones es desconocida.
ÒHa sido conocido ya desde dos y medio
siglos que hay mas o menos variaciones diarias en la altura del bar—metro,
culminando en dos m‡ximos y dos m’nimos durante el curso de 24 horas. Desde el
descubrimiento del Dr. Beal (1664-65), la misma
observaci—n ha sido hecha y ha causado intriga en toda estaci—n en la cual se
tomaban y estudiaban datos de
presi—n, pero sin hallarse una respuesta f’sica completa y satisfactoria. Al hablar de las variaciones diurnas y
semi-diurnas del bar—metro, Lord Rayleigh dice: ÔLa
relativa magnitud de estas œltimas [Las variaciones semi-diurnas], tal como son
observadas en la mayor’a de partes de la superficie terrestre, es aœn un
misterio, siendo todas las explicaciones tentativas ilusorias.ÕÓ (6)
Uno de
los m‡ximos es a las 10 a.m., el otro a las 10 p.m.; los dos m’nimos zona las 4
a.m. y a las 4 p.m. El efecto calentador del sol no puede explicar ni el tiempo
cuando aparece la m‡xima ni el tiempo de las m’nimas de estas variaciones
semi-diurnas. Si la presi—n se vuelve m‡s baja sin que el aire se torne m‡s
ligero a travŽs de una expansi—n lateral debido al calor, esto debe de
significar que la misma masa de aire gravita con diferente fuerza a horas
diferentes.
La
presi—n m‡s baja est‡ cerca del ecuador, en el anillo de los estancamientos.
Sin embargo la troposfera es m‡s alta en el ecuador, siendo en promedio 18 km
de alto all’; es mas baja en las latitudes moderadas y de solo 6 km. de alto
sobre la superficie de los polos.
6. Laplace, meditando acerca de la cubierta atmosfŽrica de
la tierra, lleg— a la conclusi—n que la atm—sfera, la cual rota con la misma
velocidad angular que la tierra y que se comporta como un fluido, debe de ser
de forma lenticular, su ejes polares y ecuatoriales deben de estar a cerca de 35,000 y 52,000 millas
respectivamente, en el ecuador la
atm—sfera debe de extenderse m‡s de 21,000 millas por sobre la tierra. A estas
distancias de la tierra la fuerza gravitacional de la tierra es igual a la
fuerza centr’fuga debida a la rotaci—n.
De las
medidas de la presi—n de la atm—sfera de la tierra basada tambiŽn sobre los
principios de la gravitaci—n, se ha deducido que la atm—sfera es de 17 millas
(no 21,000) de alto.
Las
observaciones del vuelo de meteoritos y de las auroras polares llevaron a la
conjetura que la atm—sfera alcanza una altitud de 130 millas (meteoritos) o por
sobre las 400 millas (auroras polares). Las mediciones de Radio dan cerca de
200 millas para la capa m‡s elevada reconocida a travŽs de este mŽtodo de
investigaci—n.
Dos
c‡lculos, ambos basados sobre el principio de la gravitaci—n , difieren en la
proporci—n de 17 y 21,0000. Las observaciones directas no justifican ninguna de
las cantidades calculadas.
7. Los ciclones, caracterizados por baja presi—n y por
vientos que soplan hacia sus centros, se mueven contra el sentido de las agujas
del reloj en el hemisferio norte y conforme al sentido de las agujas del reloj
en el hemisferio sur. Este movimiento de las corrientes de aire en v—rtices
cicl—nicos se explica generalmente como el efecto de la rotaci—n de la tierra.
Los
anticiclones, caracterizados por las altas presiones y por vientos que soplan
desde sus centros se mueven conforme a las manillas del reloj en el hemisferio
norte y contra las manecillas en el hemisferio sur. El movimiento de los
anticiclones no ha sido explicado y se lo considera un enigma.
Los
ciclones y anticiclones son considerados un problema del movimiento de fluidos
con presiones de las m‡s elevadas o m‡s bajas en el centro. Como el movimiento
de los anticiclones no puede ser explicado por los principios mec‡nicos de la
gravitaci—n y la rotaci—n, debe concluirse que la rotaci—n de los ciclones
tambiŽn permanece inexplicada.
8. El ‡rea de tierra en el hemisferio norte de la tierra es
al ‡rea de la tierra en el hemisferio sur como de tres a uno. Siendo que el
peso medio de la tierra es dos y tres cuartos m‡s pesada que la del agua; asumiendo la profundidad de los mares en
ambos hemisferios es igual, el hemisferio norte hasta el nivel del mar es m‡s pesada que
la del hemisferio sur, si se juzga por la distribuci—n de tierras y mares; las
masas de tierra por sobre el nivel del mar son cargas pesadas adicionales. Pero
esta distribuci—n desigual de las masas no afecta la posici—n de la tierra, en
tanto no coloca al hemisferio norte dando la cara al sol. Una Òfuerza de
muerteÓ como la gravitaci—n no podr’a mantener la carga desequilibrada de la
tierra en equilibrio. TambiŽn la distribuci—n estacional de hielo y nieve,
desplaz‡ndose en un proceso destilatorio de un hemisferio al otro, deber’a de
interferir con el equilibrio de la tierra, pero no sucede as’.
9. Las
masas monta–osas no ejercen el tir—n gravitacional esperado por la teor’a de la
gravitaci—n. La influencia de la masa m‡s grande sobre la tierra, el Himalaya,
fue cuidadosamente investigada con l’nea de plomada del lado de la India. La
l’nea de plomada no es desviada como se calcul— anticipadamente..(7) Ò La
atracci—n del territorio monta–Žs calculada as’ en base a la teor’a de la
gravitaci—n es considerablemente mayor de lo que es necesario como para
explicar las anomal’as observadas. Esta singular conclusi—n, lo confeso, al
principio me sorprendi— mucho.Ó (G. B. Airy.(8)) De
su perplejidad surgi— la idea de la isostasia. Esta
hip—tesis explica la falta de atracci—n gravitacional en las monta–as, del modo
siguiente. Se supone que el interior del globo es fluido, y la corteza se
supone flota sobre este fluido. El fluido interno es m‡s pesado o m‡s denso y
la corteza m‡s ligera. En donde hay una elevaci—n monta–osa debe de haber
tambiŽn una protuberancia bajo de las monta–as, siendo esta protuberancia inmersa de
menor masa que el magma de igual volumen. Se desprende de la forma en que las ondas
s’smicas se desplazan y de los c‡lculos de elasticidad del interior de la
tierra que por fuerza la conclusi—n es que la tierra debe ser tan r’gida como
el acero; pero si la tierra es s—lida por solo 2000 millas desde la superficie,
la corteza debe de ser m‡s r’gida que el acero. Estas conclusiones no son
reconciliables con el principio de la isostasia, el cual presupone un magma
fluido a menos de 60 millas bajo la superficie de la tierra. As’ queda la
Òcontradicci—n entre la isostasia y los datos geof’sicosÓ (9)
10.
Sobre los ocŽanos la atracci—n gravitacional es mayor que sobre los
continentes, si bien de acuerdo a la teor’a de la gravitaci—n lo inverso
deber’a ser cierto; la hip—tesis de la isostasia tambiŽn es incapaz de
explicar este fen—meno(10) La
atracci—n de la gravedad cae a lo largo de la l’nea costera de los continentes.
Peor aœn, la distribuci—n de la gravedad en el mar a menudo tiene la
peculiaridad de ser m‡s fuerte en donde el agua es m‡s profunda. ÒEn la
totalidad del Golfo y de la regi—n del Caribe la generalizaci—n parece mantener
que cuanto m‡s profunda es el agua tanto m‡s fuertemente positivas son las
anomal’as.Ó (11)
En
cuanto a las observaciones pudieron establecer las mareas no influyen la l’nea de
plomada, lo cual es lo contrario a lo que es esperado. Las observaciones
efectuadas sobre reservorios de agua, en donde la masa del agua pod’a ser
aumentada o disminuida, no dieron los resultados anticipados sobre la base de
la teor’a de la gravitaci—n..(12)
11. La
presi—n atmosfŽrica del sol, en vez de ser 27.47 veces mayor que la presi—n
atmosfŽrica de la tierra (como se esperar’a debido a la atracci—n de la gran
masa solar), es mucho m‡s peque–a: la presi—n all’ var’a conforme a las capas
de la atm—sfera de un decimo a un milŽsimo de la presi—n baromŽtrica sobre la
tierra;(13) en la base de la capa de inversi—n la presi—n es 0.005 de la
presi—n atmosfŽrica de la tierra a nivel del mar;(14) en las manchas solares,
la presi—n cae a un diez-milŽsimo de la presi—n sobre la tierra.
A
veces se recurre a la presi—n de la luz con el fin de explicar las bajas
presiones atmosfŽricas del sol. En la superficie del sol, la presi—n de la luz
debe de ser de 2.75 mil’gramos por cent’metro cuadrado; un cent’metro cœbico de
un peso de un gramo pesar’a 27.47 gramos sobre la superficie del sol. Asi la
atracci—n de la masa solar es 10,000 veces mayor que la repulsi—n de la luz
solar. Se recurre al supuesto que si la atracci—n y la presi—n son calculadas
para masas muy peque–as la presi—n excede la atracci—n, la una actuando en
proporci—n a la superficie y la otra en proporci—n al volumen.(15) Pero si esto
es as’, ÀporquŽ las presiones m‡s bajas de la atm—sfera solar se observan en
donde la presi—n de la luz es menor?
12. Debido
a su r‡pida rotaci—n el sol gaseoso deber’a tener su eje latitudinal m‡s grande
que el longitudinal, pero no lo tiene. El sol es un mill—n de veces m‡s grande
que la tierra, y su d’a es veintisŽis veces m‡s largo que el d’a terrestre; la
rapidez de su rotaci—n en el ecuador est‡ sobre los 125 km.por
minuto; en los polos la velocidad se acerca a cero. Sin embargo el disco solar
no es oval sino redondo: la mayor’a de observadores incluso hallan un ligero
exceso en el eje longitudinal del sol (16) Los planetas actœan en la misma
manera como la rotaci—n del sol, imponiendo una atracci—n latitudinal sobre la
luminaria.
La
gravedad que actœa en todas las direcciones por igual deja sin explicaci—n la
forma esfŽrica del sol. Como vimos en la secci—n precedente, los gases de la
atm—sfera solar no est‡n bajo una fuerte presi—n, sino bajo una presi—n dŽbil.
Por tanto, el c‡lculo, segœn el cual la elipsoidalidad
del sol, que esta faltando, debiera ser ligera, no es tampoco correcta. Debido
a que los gases est‡n a una presi—n gravitacional muy baja, la fuerza
centr’fuga de rotaci—n deber’a haber formado un son totalmente plano.
Cera a
las regiones polares se observan corrientes de la corona, las que se prolongan
aœn m‡s que la longitud del eje del sol.
13. Si
los planetas y satŽlites fueron alguna vez masas fundidas, como lo asumen las
teor’as cosmol—gicas, no hubieran sido capaces de obtener una forma esfŽrica,
especialmente aquellos que no rotan, como Mercurio o la luna (con respecto a su
primaria).
14. La
ley de la Armon’a de Kepler ve los movimientos de los planetas como dependiendo
solo de su distancia del sol. De acuerdo a Newton, las masas del sol y los
planetas deben entrar tambiŽn en las f—rmulas. Las —rbitas newtonianas difieren
de las Keplerianas, halladas emp’ricamente. La
f—rmula newtoniana tiene una suma de masas (en vez de un producto de masas), y
en vista del gran tama–o del sol, las —rbitas newtonianas se supone no se
desv’an substancialmente de las Keplerianas. (17)
15.
Las perturbaciones de los planetas debidas a su acci—n rec’proca son
pronunciadas en repulsi—n como en atracci—n. Una perturbaci—n que desplace un
planeta o satŽlite unos segundos de arco debe dirigirlo desde su —rbita. Se
asume que las —rbitas de todos los planetas y satŽlites no cambi— debido a las
perturbaciones. Una fuerza reguladora emanando de la primaria parece actuar. En
el sistema gravitacional no hay lugar que queda para tales fuerzas reguladoras.
16. La
actividad perturbadora aparece inestable en los planetas mayores, Jœpiter y
Saturno: Entre el m’nimo del a–o 1898-99 y el m‡ximo del de 1916-17 se hall— un
18 por ciento de diferencia. (18)
Como
estos planetas no incrementaron en masa durante el entretiempo, este cambio es
incomprensible del punto de vista de la teor’a de la gravitaci—n, el cual
incluye el principio inmutable de la constante gravitacional.
17. La
presi—n de la luz emanando del sol deber’a cambiar lentamente las —rbitas de
los satŽlites, empuj‡ndoles m‡s que a las primarias, y actuando constantemente,
esta presi—n deber’a tener el efecto de aceleraci—n: la presi—n de la luz por
unidad de masa es m‡s grande en relaci—n a los satŽlites que en relaci—n a sus
primarias. Pero este cambio falla en materializarse; una fuerza reguladora
parece superar esta desigual presi—n entre primarias y secundarias.
18. El
sol se mueve en el espacio a una velocidad de cerca de veinte kil—metros por
segundo (en relaci—n a las estrellas cercanas). Este movimiento, conforme a Lodge, debe cambiar las excentricidades de algunas de las
—rbitas planetarias a un nivel que excede largamente los valores
observados.(19)
19. El
movimiento del perihelio de Mercurio y Marte, y de los nodos de Venus difieren
de lo que se calcula con la ayuda de la ley newtoniana de la gravitaci—n.
Einstein demostr— c—mo la teor’a puede dar cuenta de la anomal’a de Mercurio,
sin embargo, las irregularidades m‡s peque–as en los movimientos de Venus y
Marte no pueden ser explicados por las f—rmulas de Einstein.
20. Se
desconoce el porquŽ de las fluctuaciones en el movimiento medio lunar, se
calcula a partir de los registros de eclipses lunares de muchos siglos y de las
observaciones modernas. Estas fluctuaciones fueron estudiados por S. Newcomb, quien escribi—: "Considero que estas
fluctuaciones como el fen—meno m‡s enigm‡tico presentado por los movimientos
celestes, al ser tan dif’cil de explicar por la acci—n de las causas conocidas,
que no podemos dejar de sospechar que surgen de alguna acci—n en la naturaleza
desconocida hasta ahora. "(20) Ellos no son explicables por las fuerzas de
la gravitaci—n que emanan del sol y los planetas.
21. Se
encontr— que "la fuerza de la recepci—n de radio casi se duplic— con el
paso de la luna desde arriba hasta debajo del observador ... No parece
razonable que la marea gravitatoria relativamente peque–a en la atm—sfera de la
Tierra, que cambia la presi—n baromŽtrica en menos de la mitad del uno por
ciento, podr’a ser responsable de un cambio suficiente en la altitud de la capa
ionizada para producir cambios tan marcados en la intensidad de recepci—n.
"(21)
El
levantamiento de la ionosfera en general los resultados en la recepci—n de
radio mejoran, y la peque–a acci—n de mareas por la luna cuando se sobrecarga
deber’a mejorar la recepci—n un poco, no perjudicarlo, en cualquier caso, la
luna no puede tener un efecto marcado en la ionosfera, sin ser en s’ misma una
cuerpo cargado. Pero si la luna se carga, no puede comportarse de su
movimiento, como si la sola fuerza de la gravedad actœa entre Žl y la tierra.
22. Las
colas de los cometas no obedecen al principio de la gravitaci—n y son repelidos
por el sol. "No es fuera de toda duda alguna profundo secreto y el
misterio de la naturaleza interesados en el fen—meno de las colas",
barrido enorme que ella (la cola) hace alrededor del Sol en el perihelio, en la
forma de una barra recta y r’gida, es en desaf’o a la ley de la gravitaci—n, es
m‡s, incluso de las leyes grabadas del movimiento "(J. Herschel).
(22)
"Lo
que ha desconcertado a los astr—nomos desde los tiempos de Newton, es el hecho
de que mientras todos los otros cuerpos en el universo sideral, por lo que
somos conscientes, obedecen la ley de la gravitaci—n, las colas de los cometas
son claramente sujetos a una fuerza repulsiva fuerte, que impulsa la materia
que compone a la basura del sol con velocidades alt’simas "(WH Pickering)
23. El
cambio en la velocidad angular de los cometas (en especial de la cometa Encke) no est‡ de acuerdo con los c‡lculos te—ricos basados
en la teor’a de la gravitaci—n. (23)
24. Los
meteoros, despuŽs de entrar en la atm—sfera terrestre a unos 200 km. por encima
del suelo, son violentamente desplazado hacia el este. Estos desplazamientos de
los meteoros se suele atribuir a los vientos que soplan en la atm—sfera
superior. (24) La presi—n atmosfŽrica a una altura de 45 km. se supone que es
pero "una peque–a fracci—n de un mil’metro de mercurio." (25) Por
otro lado, la velocidad con la que los meteoros acercarse a la tierra es de
entre 15 y 75 km. por segundo, en promedio, a unos 40 km. por segundo o m‡s de
140.000 km. por hora. Si los vientos de 150 km. por la velocidad de horas se
sopla de forma permanente en la altura a la que los meteoros se hacen visibles,
no ser’a posible que estos vientos de la atm—sfera enrarecida pudiesen desviar
visiblemente las piedras que caen a una velocidad de 140.000 km. por hora.
Acerc‡ndose
a la Tierra, los meteoritos de repente frenan y giran a un lado, y algunos
incluso son rechazados al espacio. "Unos pocos meteoros dan la impresi—n
de penetrar en nuestra atm—sfera y luego salir de Žl, rebotando por as’
decirlo." (26)
25. La
tierra es un enorme im‡n, tiene corrientes elŽctricas en el suelo y est‡
envuelto por un nœmero de capas de la ionosfera electrificada. El sol posee una
carga elŽctrica y los polos magnŽticos, tambiŽn las manchas solares se
encuentran para ser imanes de gran alcance. La ionosfera est‡ permanentemente
cargada de part’culas que llegan desde el sol, las manchas solares influyen
activamente en el magnetismo terrestre, las corrientes de tierra, encargado de
la ionosfera, y las auroras. A medida que el principio de la gravitaci—n no
deja espacio para la participaci—n de otras fuerzas en los movimientos
ordinarios de la mec‡nica celeste, estas influencias evidentes y permanentes
del estado electromagnŽtico del sol sobre el campo magnŽtico de la Tierra, la
ionosfera, las auroras, y las corrientes de tierra no se les permite tener m‡s
de un efecto cero en la posici—n astron—mica de la tierra, y esto por el bien
de mantener la integridad del principio de la gravedad.
Sol y luna,
los cometas, planetas, satŽlites y meteoritos, todas las huestes celestiales -
aire y el agua, macizos monta–osos y las mareas del mar, todos y cada uno de
ellos (27) desobedecer la "ley de leyes", que se supone que sabe no
es la excepci—n .
***
Para las evidencias
emp’ricas de la falacia de la ley de la gravitaci—n cuatro conocidas
dificultades de la teor’a de la gravedad se puede agregar:
una. La
gravitaci—n actœa en ningœn momento. Laplace calcul— que, con el fin de
mantener el sistema solar juntos, la fuerza gravitacional debe propagar con una
velocidad de al menos cincuenta millones de veces mayor que la velocidad de la
luz. Un agente f’sico requiere de tiempo para cubrir la distancia. Gravitaci—n
desaf’a el tiempo.
b. La
materia actœa donde no es, o en ausencia, a travŽs de ningœn agente f’sico.
Este es un desaf’o del espacio. Newton era consciente de esta dificultad cuando
escribi— en una carta a Bentley: "Que la
gravedad deba ser innata, inherente y esencial a la materia, de modo que un
cuerpo pueda actuar sobre otro a distancia a travŽs del vac’o sin mediaci—n de
ninguna otra cosa, por ya travŽs de la cual su acci—n y la fuerza puede ser
transmitida de una a otra, es para m’ un absurdo tan grande que creo que ningœn
hombre, que tiene en los asuntos filos—ficos una facultad competente de pensar,
siempre se puede caer en Žl. "Leibnitz se opuso
a la teor’a de la gravitaci—n por esta misma raz—n.
c. La
fuerza de gravedad no se puede cambiar por los agentes de todas y cada una o
por cualquier medio a travŽs del cual pasa, siempre propagando como la inversa
del cuadrado de las distancias. "La gravitaci—n es totalmente
independiente de todo lo que influye en otros fen—menos naturales" (De Sitter (28)). Este es un desaf’o a los principios que rigen
las dem‡s energ’as.
d. Cada
part’cula en el universo debe tener menos de una tendencia a ser separados
debido a la masa infinita en el universo: se tira a todas las partes de toda la
materia en el espacio.
Algunas
observaciones adicionales sobre el movimiento de los cuerpos en el universo que
incide en la teor’a de la gravitaci—n se a–aden aqu’:
1. La idea
de la fuga tangencial o la inercia del movimiento principal de los planetas y
satŽlites, de ser adoptado por todas las teor’as cosmol—gicas de la
post-newtoniana d’as, dirigido a todos en dificultades insuperables. El
movimiento retr—grado de algunos satŽlites es una de esas dificultades.
2. El
principio de la gravitaci—n exige una mejor formaci—n de bolas de toda la
materia en el cosmos. Esto no est‡ en armon’a con las observaciones
espectrales, lo que sugiere incluso un "universo en expansi—n"
3. "Un
‡tomo difiere del sistema solar por el hecho de que no es la gravitaci—n que
hace que los electrones ir alrededor del nœcleo, pero la electricidad."
(B. Russell). Diferentes principios han de regir el movimiento de los cuerpos
planetarios en el macrocosmos y el microcosmos (29).
***
Newton
explic— el principio que inspira el movimiento de los planetas y los satŽlites
por el ejemplo de una piedra lanzada horizontalmente desde una monta–a con tal
fuerza que dobla la gravitaci—n de su vuelo por lo que gira en torno a la
tierra, volviendo a exactamente el mismo lugar, una vez m‡s repetir el curso de
su vuelo. Sin embargo, admite que "No se trata de concebir que meras causas
mec‡nicas podr’a dar a luz a los movimientos regulares de tantos", e
invoca un acto de la Providencia en la prestaci—n de cada satŽlite con un
empuje tangencial de una fuerza que, junto con la atracci—n de la primaria ,
crea una —rbita. (General Escolio al libro III de los Principia) La inercia de
la tangencial (instant‡nea) de empuje no se ha agotado en todos los eones a
pesar de la fricci—n de marea entre un satŽlite y
su
principal, o el sol tirando el satŽlite fuera de la primaria, o la resistencia
de la materia (meteoritos) en el espacio, a pesar de todas estas fuerzas actœan
de manera permanente y por lo tanto, con la aceleraci—n.
***
La teor’a
gravitacional de Newton es considerado como probado por la acci—n de las
mareas. Sin embargo, el estudio de las mareas, Newton lleg— a la conclusi—n de
que la luna tiene una masa igual a una cuadragŽsima parte de la tierra.
C‡lculos modernos, basados en la teor’a de la gravedad (pero no en la acci—n de
las mareas), atribuyen a la luna una masa igual a 1/81 de la masa de la Tierra
(30).
El mayor
triunfo de la teor’a de la gravitaci—n fue el descubrimiento del planeta
Neptuno, la posici—n de que se ha calculado de forma simult‡nea por Adams y Leverrier de las perturbaciones experimentadas por Urano.
Pero en la controversia que se produjo sobre la prioridad en el anuncio de la
existencia de Neptuno, se hizo hincapiŽ en que ninguno de los dos estudiosos
fue el verdadero descubridor, ya que ambos calculado muy err—neamente la
distancia de Neptuno de la —rbita de Urano (31). Sin embargo, incluso si los
c‡lculos eran correctos, no habr’a ninguna prueba de que la gravitaci—n y no
otra la energ’a actœa entre Urano y Neptuno. La fuerza gravitacional disminuye
con el cuadrado de la distancia. La electricidad y el magnetismo acto de la
misma manera. Newton se equivoc— al atribuir al magnetismo un descenso que
sigue al cubo de la distancia (32).
La
construcci—n de su sistema del mundo, Newton pone ante sus lectores La primera
regla es "reglas del razonamiento en la filosof’a.": ". Tenemos
que admitir que ninguna otra causa de las cosas naturales que aquellas que son
a la vez verdaderas y suficientes para explicar sus apariencias" Art’culo
II es: "Por lo tanto, para los mismos efectos naturales debemos, en la
medida de lo posible, asignar las mismas causas."
II
Exhaustivas
investigaciones te—ricas y experimentales, ser‡ necesario construir una nueva
teor’a en lugar de la teor’a de la gravitaci—n ahora aceptado. Por el momento,
s—lo se ofrecen sugerencias generales.
1.
Atracci—n entre dos ‡tomos neutros. Cada ‡tomo est‡ compuesto de electricidad
positiva y negativa y, aunque neutra en su conjunto, pueden formar un dipolo
elŽctrico cuando se somete a una fuerza elŽctrica. As’, en la teor’a presentada
aqu’, esta atracci—n no es debido a "inherentes gravitacional"
propiedades de masa, pero en lugar de las bien conocidas propiedades elŽctricas
de atracci—n. Dos dipolos se organizan de manera que la atracci—n es m‡s fuerte
que la repulsi—n mutua.
2. La
inercia, o la propiedad pasiva de la materia. "La igualdad de las masas
activa y pasiva, o la gravedad y la inercia se encontraba en el sistema de
Newton de una coincidencia accidental, m‡s notable, algo parecido a un milagro.
El mismo Newton decididamente sent’an que como tal "(W. Sitter). (33)
En la
explicaci—n de Einstein, la inercia y la gravitaci—n no son dos propiedades
diferentes, sino uno y la misma propiedad se ve desde diferentes puntos del
espacio. De acuerdo con su ilustraci—n, un hombre en un ascensor que est‡
siendo continuamente levantado por una cuerda invisible para el hombre se
sentir‡ sus pies presionado contra la parte inferior del
ascensor y
va a pensar que Žl se inclina hacia el suelo. Pero alguien m‡s observando la
situaci—n desde el exterior en el espacio juzgar‡ que hay un hecho de la
inercia, el ascensor tira tiene que superar la inercia del hombre de pie en su
suelo. Si el hombre en el ascensor permite una ca’da del objeto de su mano, que
se acercar‡ a la planta a una velocidad acelerada, porque el ascensor se tira
hacia arriba de forma continua, para el observador en el exterior se eleva con
la aceleraci—n.
En esta
ilustraci—n Einstein trat— de explicar la equivalencia de la inercia y la
gravitaci—n. Pero es imposible la adopci—n de esta explicaci—n para el efecto
gravitacional del planeta: el observador desde el exterior no pueden percibir
el mundo como un movimiento de manera simult‡nea en todas las direcciones.
Einstein ve la dificultad y dice: ". Se trata, por ejemplo, imposible elegir
un cuerpo de referencia de tal manera que, a juicio de ella, el campo
gravitatorio de la tierra (en su totalidad) se desvanece" (34)
En nuestra
explicaci—n de la propiedad activa se debe a un tipo de carga en el ‡tomo - la
atracci—n (atra’dos) carga; la propiedad pasiva, a la carga opuesta, que repele
(se repelen). Ambos existen en cantidades iguales en un ‡tomo neutro, lo que
explica la igualdad de las propiedades gravitatorias e inercial de la materia.
Sin
embargo, las cargas deben organizar de tal manera que el producto de atracci—n:
la fuerza de atracci—n supera la fuerza de rechazo debido a que los polos de
atracci—n de los dipolos est‡n m‡s cerca entre s’ que los polos se repelen;
cuando los polos se repelen est‡n m‡s cerca, los ‡tomos (o sus combinaciones en
las molŽculas) se repelen entre s’, como es el caso con los gases.
Un cuerpo
cargado atrae con m‡s fuerza que un cuerpo neutro, debido a la presencia de
electrones libres; en dipolos las cargas se reorganizan s—lo un poco, pero
electrones libres pueden reordenar mucho m‡s.
3.
Atracci—n de los cuerpos hacia la tierra. La ionosfera est‡ fuertemente cargado
con respecto a la "neutral" tierra; una diferencia de potencial de
100 voltios por metro altitud existe cerca del suelo, o una diferencia en los
potenciales de lo que obliga a la corriente a travŽs de las l‡mparas
elŽctricas. ÀTiene alguna relaci—n existe entre la diferencia de voltaje en la
baja atm—sfera y la diferencia de peso ("en el techo de una habitaci—n de
3 metros de altura, pesa alrededor de un kilogramo menos de un miligramo en el
piso")?
Con la
altitud una diferencia de tensi—n por metro no es el mismo que cerca del suelo,
pero se acumula a una cifra alta: "Entre un punto diez millas de alto y la
superficie de la tierra hay una diferencia de presi—n elŽctrica de
aproximadamente ciento cincuenta miles de voltios. "(35)
Cuerpos
neutros consisten tanto cargas positivas y negativas. Los ‡tomos neutros forman
dipolos a lo largo de las l’neas de fuerza del campo elŽctrico con postes de
vuelta hacia la tierra y la ionosfera. Es la ca’da de objetos debido a su
"atracci—n dipolo" y su movimiento en un campo elŽctrico como
dipolos? La proximidad al suelo da preferencia acci—n sobre el de la ionosfera
en cuanto a la fuerza de atracci—n se refiere, ya que la distancia entre los
polos opuestos elŽctricos del dipolo at—mico es mucho menor en comparaci—n con
su distancia total de la ionosfera que del suelo. Esto significa, sin embargo,
que cuando los objetos llegar
una cierta
altura, que se sentir’an atra’dos hacia arriba. Meteoritos, repelido al
espacio, al parecer, se cargar‡ de forma idŽntica con la capa superior de la
ionosfera.
Esta parte
de la teor’a (sobre la ca’da de los cuerpos) requiere de la experimentaci—n y
el c‡lculo exacto. Es probable que, adem‡s de que lleva una carga, el suelo se
convierte todos sus ‡tomos como dipolos hacia la ionosfera (36).
4. "En
contraste con los campos elŽctricos y magnŽticos, el campo gravitatorio exhibe
una caracter’stica m‡s notable, que es de importancia fundamental ...
Organismos que se mueven bajo la influencia exclusiva de un campo gravitatorio
recibir una aceleraci—n, que no dependen en lo m‡s m’nimo, ya sea en el
material o el estado f’sico del cuerpo. "(Einstein) (37)
Esta ley se
supone que tiene con gran precisi—n. La velocidad de la ca’da general, se
explor— con la ayuda de un pŽndulo; nos parece que un objeto cargado debe caer
con una velocidad diferente de un objeto neutro. Esto es generalmente
rechazado. Pero la negaci—n se basa en la observaci—n de que no hay diferencia
en el nœmero de oscilaciones de un pŽndulo en una unidad de tiempo, en el caso
donde se utiliz— pesas cargadas o neutras. Este mŽtodo puede producir
resultados inexactos. En un mŽtodo preciso, el tiempo de ca’da y el tiempo de
ascenso del pŽndulo debe medirse por separado. En el caso de un cuerpo cargado,
el aumento en la velocidad de descenso del pŽndulo puede estar acompa–ado por
una disminuci—n en la velocidad de subida, y por lo tanto el nœmero de
oscilaciones en una unidad de tiempo ser’a el mismo para pesas cargadas y no
cargadas.
En un
—rgano encargado de la atracci—n y las propiedades inerciales no son iguales.
Parece tambiŽn que el peso de un cuerpo aumenta despuŽs de que se carga. Un
experimento realizado con una pieza de caucho duro (diez gramos), neutro y de
nuevo cargada por frotamiento, en una escala con una sensibilidad de una dŽcima
parte de un miligramo, mostr— un cambio en el peso de m‡s de diez miligramos.
Esto parece ser el resultado de una carga inducida en la parte inferior (Žbano)
de la balanza (colocado sobre una placa gruesa de vidrio). Un cable a tierra
colgando sobre la balanza con la goma de carga aumenta la escala. Si "la
gravedad" es un fen—meno elŽctrico, la atracci—n por la electricidad
inducida no es un fen—meno totalmente diferente. No obstante, este experimento
no puede considerarse como concluyente para el problema actual.
En el
experimento de la gota de aceite de la acci—n de los cargas puede hacerse igual
a la fuerza "gravitacional" : Una y la misma acci—n se atribuye a dos
principios fundamentalmente diferentes.
Una
fotograf’a puede proporcionar la respuesta a la pregunta de cu‡nto una gota
cargada que gira alrededor de un polo de un im‡n est‡ influenciada por la
atracci—n terrestre.
ÀUn
recipiente met‡lico lleno de gas caer“a (en el vac’o)
con la misma velocidad que una pieza s—lida de metal?
III
Atracci—n,
repulsi—n, y la acci—n de la circunducci—n
electromagnŽtica en el sistema solar. El Sol, planetas, satŽlites, los cometas
son cuerpos cargados. Como cuerpos cargados son interdependientes.
La
superficie del solar est‡ cargado negativamente en relaci—n con la carga de la
tierra, ya que las l’neas espectrales (con la l’nea dominante de color rojo en
el espectro del hidr—geno)lo ponen de manifiesto. El sol lleva una carga y
gira: es un electroim‡n.
Las manchas
del sol son magnŽticas, y los filamentos de hidr—geno en la superficie del Sol
se organizan en forma de part’culas de hierro en un campo magnŽtico. (38) Adem‡s
de las manchas, el sol en su conjunto es un im‡n. "La forma de la corona y
el movimiento de las prominencias sugieren que es un im‡n", escribi— GE
Hale, cuando se comprometi— a detectar el efecto Zeeman
(39) El efecto Zeeman demostr— ser m‡s pronunciada en
45 ¡ en ambos hemisferios del sol,. Hale encontr— el desplazamiento de las
l’neas se reduce a cero en el ecuador y cerca de los polos de rotaci—n; y
tambiŽn que "un primer valor aproximado de la intensidad vertical del
campo general del sol en los polos es de 50 gauss." As’, se confirm— que
el sol es un im‡n, pero el campo magnŽtico, se encontr— que no sea fuerte.
Este
resultado se cuestiona aqu’. Las l’neas de la corona sugiere la existencia de
un campo magnŽtico en el Sol, que el investigador que lo descubri—. Pero la
forma de la corona sugiere un potente campo magnŽtico. (40) bandas visibles
coronales y serpentinas llegar a una distancia igual a diez y m‡s di‡metro del
disco del Sol-Mercurio se encuentra a s—lo cuarenta di‡metros solares del Sol y
la Tierra 108 di‡metros solares . Una investigaci—n m‡s reciente de Stevens,
que fotografi— a las serpentinas de 25.000 pies, ponen de manifiesto una corona
globular m‡s amplia que la de cualquier otro conocida en fotograf’as de la superf’cie.
Las perturbaciones
en los filamentos y remolinos del sol afecta la ionosfera de la tierra y
prueban la existencia de una potente carga en el sol, gira a la velocidad de la
rotaci—n solar, una fuerte carga debe producir un campo magnŽtico fuerte.
Una
investigaci—n revisada de la fuerza magnŽtica del campo alrededor del sol se
sugiere aqu’. Se debe tener en cuenta que las observaciones se han hecho desde
el campo magnŽtico solar, en la que est‡ incrustada la tierra, si nuestro
concepto es la correcta. TambiŽn es posible que el efecto m‡s fuerte Zeeman se manifestar‡ en las latitudes superiores a 45 ¡.
Como es bien sabido, el ‡ngulo de observaci—n deben ser tomados en
consideraci—n en la observaci—n del efecto Zeeman.
El sol es
un cuerpo en rotaci—n cargado, y crea un campo magnŽtico. Asumimos que la carga
solar para ser lo suficientemente grande como para producir un campo magnŽtico
con l’neas de fuerza que llegan a la —rbita de Plut—n. Los planetas cargados se
mueven perpendicularmente a las l’neas magnŽticas del sol de la fuerza y
describen el movimiento habitual circular a la que se mueven los cuerpos
cargados que se someten en un campo magnŽtico. Los satŽlites, a su vez, giran
en peque–os campos magnŽticos producidos por la rotaci—n de los planetas
cargados. Los planetas no giran no tienen satŽlites, ya que no producen campos
magnŽticos. Si no est‡n girando satŽlites, que puede ser capaz de girar
alrededor de ellos Trabant.
"El
origen del campo magnŽtico principal de la tierra hasta ahora ha desafiado
todos los intentos de soluci—n". (41) La causa del campo magnŽtico
terrestre es en (1) el campo magnŽtico del sol, y (2) la rotaci—n de la carga
tierra alrededor de su eje.
Se ha
calculado (42) que si la tierra es un im‡n debido a la carga quegira sobre su superficie, la carga debe ser tan grande
como para "entrar como un factor importante en las perturbaciones
planetarias", y por lo tanto, la teor’a se abandon—. ( 43) Pero esto es
exactamente lo que sucede: los campos electromagnŽticos de la tierra y de otros
planetas son las causas de las perturbaciones planetarias.
Hemos
construido una teor’a segœn la cual los miembros del sistema solar son cuerpos
cargados, la atracci—n y la repulsi—n elŽctrica, y el acto circunducci—n
electromagnŽtica en el sistema, el origen del campo magnŽtico alrededor del sol
est‡ en su carga-el sol es un electroim‡n ; movimiento planetario es debido a
la fuerza electromagnŽtica ejercida sobre los planetas por el sol. Los planetas
como —rganos encargados de crear campos magnŽticos por su rotaci—n. De ello se
deduce que (a) la gravedad, dependiendo de la carga elŽctrica, var’a con la
carga, (b) las masas de los planetas se calcul— err—neamente, (c) las cargas
positivas y negativas se manifiestan s—lo en relaci—n con la carga de la
tierra.
Una de las
diferencias entre la concepci—n de la mec‡nica celeste se acaba de exponer y de
las teor’as de la gravitaci—n de Newton y Einstein es que en nuestra
comprensi—n de la revoluci—n de la Luna es un proceso de un orden diferente de
la de la ca’da de los objetos cerca del suelo terrestre. La revoluci—n de la
luna es un fen—meno de circunducci—n de un carga por
un campo magnŽtico y no es una ca’da combinada con la inercia, el movimiento
principal de los planetas y los satŽlites a lo largo de una l’nea recta es una
idea falaz. A la distancia de la luna del campo electromagnŽtico de la tierra
causa circunducci—n mientras que en la atm—sfera
terrestre el campo elŽctrico entre la tierra y la ionosfera provoca el
movimiento de los dipolos. Como la luna, la tierra y otros planetas y satŽlites
est‡n sujetos a circunducci—n electromagnŽtica.
IV
La
"Gravitaci—n universal" es un fen—meno electromagnŽtico, en el que
los cargas en los ‡tomos, las cargas de libre, los campos magnŽticos del Sol y
los planetas juegan su parte.
En el marco
de esta teor’a los siguientes fen—menos explicables a ser:
1. Todos
los planetas giran alrededor de un plano. Ellos giran en un plano perpendicular
a las l’neas de fuerza del campo magnŽtico del sol.
2. Los
planetas tienen una mayor energ’a total de movimiento que el sol. La revoluci—n
de los planetas no se origin— en la velocidad angular de rotaci—n del sol, el
campo magnŽtico del sol a cabo su revoluci—n. Adem‡s, el hecho de que uno de
los satŽlites de Marte gira con una velocidad angular mayor que la de la
rotaci—n de este planeta se explica aqu’ por circunducci—n
electromagnŽtica.
3. La
revoluci—n retr—grada de un nœmero de satŽlites. Es ya sea debido a la rotaci—n
retr—grada del primario con inversas polos magnŽticos o de una diferencia de
cargas. El hecho de que los satŽlites retr—grados de Jœpiter y Saturno son los
m‡s alejados de sus primarias plantea el problema de si su alejamiento de las
primarias y su relativa cercan’a al sol juegan un papel en su ser de un carga
supuestamente diferente de los otros satŽlites de Jœpiter y Saturno (44).
En el caso
de Urano, la revoluci—n retr—grada de sus satŽlites sigue la rotaci—n
retr—grada del planeta y su campo magnŽtico. (Uno de los polos magnŽticos de
Urano puede ser f‡cilmente investigado, ya que se enfrenta a la ecl’ptica).
4. La
rotaci—n de la tierra. La teor’a de las mareas no tiene en cuenta la rotaci—n
de los planetas. La posici—n de los polos magnŽticos de la tierra a una
distancia de aproximadamente 20 grados desde los polos geogr‡ficos puede estar
relacionado con la rotaci—n de la tierra. Una vez cada d’a los polos magnŽticos
de la tierra ocupan el sur y las posiciones septentrionales en las l’neas del
campo magnŽtico del sol.
5. Las
perturbaciones entre los miembros del sistema solar son las acciones de
atracci—n, as’ como de repulsi—n y dependen de las cargas de los planetas y los
satŽlites y sus propiedades magnŽticas. El hecho de que despuŽs de las
perturbaciones, los planetas reanudar sus cursos normales se debe a la acci—n
reguladora del campo magnŽtico del sol. Del mismo modo, los satŽlites est‡n
regulados en su marcha por los campos electromagnŽticos de las primarias.
6. Las
anomal’as en el movimiento de Mercurio y otros planetas. Las velocidades de la
revoluci—n de los planetas dependen de sus cargas. Un cuerpo fuerte carga se
realiza a travŽs de las l’neas del campo magnŽtico m‡s r‡pidamente que un
cuerpo casi desgastada. Si la carga de un planeta aumenta, la velocidad de
revoluci—n de un planeta debe aumentar tambiŽn. Las cargas positivas como
negativas llegan desde el sol en un flujo ininterrumpido.
El planeta
Mercurio se mueve m‡s r‡pido y m‡s r‡pido. Esto debe ser el resultado de una
carga cada vez mayor del planeta. Adem‡s, las anomal’as en el movimiento de
otros planetas interiores puede atribuirse a una carga cambiante; otras
irregularidades en el movimiento de los planetas puede atribuirse al hecho de
que la carga elŽctrica del sol no se distribuye por igual sobre la superficie
solar.
7. La
desviaci—n de un rayo de luz que pasa cerca del sol. Antes de atribuir la
deflexi—n en el campo gravitacional del Sol, la influencia del campo magnŽtico
del sol en la rotaci—n de la luz debe ser calculado. (La influencia de la luna
en un rayo de luz mediante la creaci—n de una onda en la atm—sfera durante un
eclipse solar no debe ser pasado por alto, una investigaci—n de la trayectoria
de un rayo estelar que pasa cerca de la luna en un eclipse lunar que se sugiere
aqu’.)
8. La
repulsi—n de la cola de un cometa por el sol. La cabeza de un cometa y su cola
se cargan con una diferencia de un gran potencial, lo que representa la
repulsi—n manifiesta de la cola y la atracci—n de la cabeza. El cuello del
cometa probablemente est‡ compuesto de elementos positivos y negativos en igual
proporci—n, formando as’ una zona neutral entre la cabeza y la cola. Bajo la
influencia de la temperatura en el espacio el cambio cargas y la devuelve
cometa en su —rbita.
9. El
desplazamiento de los meteoritos en la atm—sfera superior. Es causada no por
los vientos, sino por el efecto electromagnŽtico de la ionosfera. La luz de los
meteoritos es causada por las descargas elŽctricas. En consecuencia, el paso de
meteoritos perturba la recepci—n de radio.
10. La influencia
de la luna en la recepci—n de radio. La luna cargado sobre sus estaciones por
hora ejerce una acci—n atraer-repeler en las capas electrizadas de la atm—sfera
(ionosfera) a un grado mayor que en la "capa aislante" de la
atm—sfera terrestre.
11. Las
variaciones semidiurnas de la presi—n baromŽtrica.
Estas variaciones, con m‡ximos a las 10 am y 10 pm tienen su causa en los
cambios semi-diurnas de la carga de la ionosfera en las mismas horas, 10 am a
10 pm La presi—n atmosfŽrica refleja el grado de atracci—n ejercida por el
suelo y la ionosfera en la envoltura gaseosa.
12. El
desaf’o de la gravedad, el agua y la formaci—n de las nubes. El suelo y la
ionosfera induce cargas secundarias en las capas de la atm—sfera. En tal capa
secundaria nube de capacidad se lleva a cabo. La generaci—n de electricidad en
las nubes no se debe a la fricci—n de las nubes neutrales en las cimas de las
monta–as, o la fricci—n de las nubes neutrales entre s’, o la fricci—n de las
gotas por el tir—n gravitatorio sobre ellos, sino al hecho de que las gotas se
elevan ya cargadas hacia la capa cargada de la atm—sfera, y las nubes se somete
adem‡s a la inducci—n por el suelo y la ionosfera. Esto explica tambiŽn la
separaci—n de los cargas en los niveles superior e inferior de las nubes.
13. El
desaf’o a la gravedad experimentada en las nubes cumulo-nimbos. Este desaf’o
registrado por pilotos de avi—n es el resultado de las cargas y los efectos
electromagnŽticos que prevalecen en estas nubes.
14. La
direcci—n de los remolinos cicl—nicos y anticicl—nicos. Su direcci—n en la
tierra, as’ como en el sol, depende de los campos electromagnŽticos y no en la
rotaci—n de estos cuerpos.
15. El
aumento de la gravedad sobre el mar. El aumento de la gravedad sobre el mar, en
comparaci—n con que el continente puede explicarse por la mayor carga de agua
salada.
***
Hubo varios
intentos realizados para unir a las teor’as de campos electromagnŽticos y
gravitacionales, pero hasta donde yo sŽ, nadie ha tratado de resolver el
problema del movimiento planetario alrededor del sol como un movimiento de los
cuerpos cargados en un campo magnŽtico; implica mi explicaci—n de que el
medici—n del campo magnŽtico solar por Hale no es correcta.
Si el sol
tiene un campo magnŽtico lo suficientemente fuerte como para alcanzar el m‡s
lejano de los planetas, los elementos cuantitativos son dictadas por la
acusaci—n de que el sol, la fuerza de su campo magnŽtico, y la carga de los
planetas.
***
La teor’a
del cosmos sin la gravitaci—n que aqu’ en la sinopsis est‡ escrita tambiŽn en
una forma integral (1941-1943). LleguŽ a este concepto a principios de 1941
como resultado de mi investigaci—n en la historia de trastornos c—smicos, ya
que afectaron a la tierra y otros miembros del sistema solar. Una serie de
hechos me demostr— que el Sol, la Tierra y otros planetas, los satŽlites, los
cometas y los a–os, son cuerpos cargados, que los planetas y sus satŽlites han
cambiado sus —rbitas en varias ocasiones y radicalmente, y que la atracci—n
gravitatoria o el peso de objetos ha cambiado durante la historia humana. Yo
as’ reconozco el hecho de que no la a gravedad, sino la atracci—n y repulsi—n
elŽctrica y la circumducci—n electromagnŽtica rigen
el sistema solar.
En la
construcci—n de la teor’a electromagnŽtica del sistema solar, estoy en deuda
con la se–orita Shulamith Velikovsky por sus valiosas
sugerencias en la explicaci—n del dipolo de la atracci—n entre los ‡tomos y el
concepto del dipolo de la inercia.
REFERENCIAS
1.
El tŽrmino usual Òrotaci—nÓ puede inducir a la confusi—n, como que es el
fen—meno de revoluci—n planetaria, y no a la rotaci—n al cual nos referimos
aqu’..
2.
E.O. Hulburt in FlemingÕs Terrestrial Magnetism and
Electricity, 1939, p.492
3.
W.J. Humphreys, Physics of the Air, 1940, p.227
4.
Encyclopedia Britannica,
14th edition, ÒAtmosphereÓ
5.
See Sir James H. Jeans, The Kinetic Energy
of Gases, 1940
6.
W.J. Humphreys, op.cit., p.240. Lord Rayleigh is quoted
from the Philos. Mag., May 29, 1890.
7.
On the attraction of the Himalaya Mountains,
by J.H. Pratt, Philos. Transactions of
the R. Soc. of London, vol.145, London 1855.
8.
On the computation of the effect
of the attraction of mountain-masses,
1855.
9.
W. Bowle, ÒIsostasyÓ in Physics of the Earth, vol.2, ed. by B. Gutenberg.
10.
Vening Meinesz; see Fleming, Terrestrial Magnetism, p.33.
11.
The Navy-Princeton Gravity Expedition to the West Indies in 1932.
12.
A. Berget, Paris
C.R. 116 (1893), pp.1501-3
13.
Ch. John and H. Babcock, Pressure and Circulation
in the Reversing Layer of
the SunÕs Atmosphere.
Contribution of Mount Wilson Observatory,
278, 1924.
14.
A. Unsold, On
the Physical Interpretation
of Spectro-heliogram, Contr.
M. Wilson Obs. 378, 1929.
15.
Peter Lebedew, An Experimental Investigation of the Pressure of Light, Ann. Rep. of the Smithson. Inst. 1903, John Cox, CometsÕ Tails, the Corona, and the Aurora Borealis, ibid.
16.
Comp. Ch. L. Poor, Gravitation versus Relativity,
1922, p.98.
17.
Comp. P. Duhem, La ThŽorie Physique,
2nd ed., 1914, pp.293 ff.
18.
J. Zenneck, ÒGravitationÓ
in Encyclop. der Mathem. Wiss., vol. V, part I
p.44.
19.
Lodge, Philos. Mag., Feb. 19, 1918.
20.
S. Newcomb, Monthly Notices, R.A.S., January
1909.
21.
H.T. Stetson, Earth,
Radio, and Stars, 1934, p.202.
22.
J. Herschel, Outlines of Astronomy,
p.406.
23.
J. Zenneck, Gravitation, p.36.
24.
Hulburt, The
Upper Atmosphere,
p.492.
25.
F.H. Bigelow, Circulation and Radiation in
the Atmosphere of the Earth and the Sun, 1915, p.42.
26.
Ch. Olivier, Meteors,
p.129.
27.
Los antiguos asum’an que la llama no es atra’da a la tierra. Ningœn experimento
se conoce en donde esta afirmaci—n haya sido sujeta a verificaci—n
experimental.
28.
Kosmos,
(1932) p.106.
29.
Es extra–o que los movimientos de los electrones alrededor del nœcleo sean
adscritos a la atracci—n elŽctrica entre estos cuerpos m‡s una atracci—n
infinitesimal y a la inercia con la que los electrones tratan de superar estas
dos atracciones.
30.
T.M. Cherry, NewtonÕs Principa in 1687
and 1937, (1937) p.15.
31.
Desde que Adams y Leverrier esperaban hallar un
planeta del tama–o de Urano ca. 1,750,000,000
millas m‡s all‡ de la —rbita de Urano, y fue hallado ca. 1,000,000,000 millas m‡s
all‡ de Urano , la masa de Neptuno fue sobreestimada por un factor de tres.
32.
Principia, Book III, Proposition V, Corr. V
33.
Kosmos,
1932, p.107
34.
A. Einstein, Relativity,
11th ed., London, 1936, p.69.
35.
W. Swann, Science, July 3, 1942.
36.
In connection with this, attention should be paid to the following: ÒWhen measurements of the earthÕs magnetic field are used to evaluate the magnetic line-integral around any chosen area
on the earthÕs surface, the result generally differs from zero. This,
according to a fundamental principle of electromagnetism, is to be taken
as evidence that an electric current
flows vertically across the area ... The average current-density is about 10,000 times that of the air-earth current that is
derived from atmospheric-electricity measurements,
so that it seems inadmissible to interpret either
this aspect of the earthÕs magnetism or the currents observed in telegraph-lines of mountain slopes as manifestations of vertical electrical
currents in the atmosphere unless there is
involved here some principle or some mode
of electrical transport that is yet
unknown to physics... A problem that may be of fundamental importance to physical
science.Ó O.H. Gish, ÒAtmospheric electricityÓ in
Fleming, op.cit.
37.
Relativity, The special and
the general theory, 11th ed., 1936, p.64
38.
R.S. Richardson, The nature of solar hydrogen vortices, Contr. M. Wilson
Sol. Obs. 1941
39.
Preliminary results of an attempt to
detect the general magnetic
field of the sun, Contr. M. Wilson Sol. Obs N. 71,
1913.
40.
F.H. Bigelow, Circulation and rotation in
the atmosphere of the earth
and of the sun, 1915.
41.
A.G. McNish, op. cit.
42.
By B. Rowland who criticized the theory of Perry and Ayrton printed in Proc. Phys. Soc. of London (1879)
43.
Hale, Preliminary results,
p.3.
44.
The sixth and seventh satellites of Jupiter are
7,114,000 and 7,292,000 miles (mean distance) from the planet, and have a direct revolution.
The eighth and ninth satellites, with retrograde revolution, are 14,6000,000 and 14,900,000 miles distant. The farthest satellite of Saturn, with direct revolution,
2,210,000 miles away from
the planet; the only satellite with retrograde revolution is 8,034,000 miles away from the primary