ÒEcolog’a FascistaÓ por Peter
Staudenmaier
"Reconocemos
que separar a la humanidad de la naturaleza, de toda la vida, conduce a la
propia destrucci—n de la humanidad y a la muerte de las naciones. Solo a travŽs
de una reintegraci—n de la humanidad en la naturaleza, nuestra gente puede
fortalecerse. Esa es la punto fundamental de las tareas biol—gicas de nuestra
Žpoca. La humanidad por s’ sola ya no es el foco del pensamiento, sino m‡s bien
la vida como un todo ... Esto se esfuerza por conectarse con la totalidad de la
vida, con la naturaleza misma, una naturaleza en la que nacemos , este es el
significado m‡s profundo y la verdadera esencia del pensamiento
nacionalsocialista ". 1
En
nuestro af‡n de condenar el statu quo, los radicales a menudo se lanzan
descuidadamente sobre ep’tetos como "fascista" y
"ecofascista", contribuyendo as’ a una especie de inflaci—n
conceptual que de ninguna manera fomenta una cr’tica social efectiva. En tal
situaci—n, es f‡cil pasar por alto el hecho de que todav’a hay cepas virulentas
de fascismo en nuestra cultura pol’tica que, aunque marginales, demandan
nuestra atenci—n. Una de
las cepas menos reconocidas o entendidas es el fen—meno que uno podr’a llamar
"ecofascismo realmente existente", es decir, la preocupaci—n de los
movimientos autŽnticamente fascistas con preocupaciones ecologistas. Para
comprender la peculiar intensidad y resistencia de esta afiliaci—n, har’amos
bien en examinar m‡s de cerca su encarnaci—n hist—rica m‡s notoria, el llamado
"ala verde" del nacionalsocialismo alem‡n.
A
pesar de un extenso registro documental, el tema sigue siendo dif’cil de
alcanzar, subestimado por los historiadores profesionales y activistas
ambientales por igual. En
los pa’ses de habla inglesa, as’ como en la propia Alemania, la existencia
misma de un "ala verde" en el movimiento nazi, y mucho menos su
inspiraci—n, objetivos y consecuencias, aœn no se ha investigado y analizado
adecuadamente. La mayor’a de las pocas interpretaciones disponibles sucumben
a una alarmante afinidad intelectual con su tema " 2
o una negativa ingenua a examinar el
alcance total de la" superposici—n ideol—gica entre la conservaci—n de la
naturaleza y el nacionalsocialismo ". 3 Este art’culo presenta una breve y necesariamente
resumen esquem‡tico de los componentes ecol—gicos del nazismo, enfatizando tanto su papel central en la
ideolog’a nazi como su implementaci—n pr‡ctica durante el Tercer Reich. Una
encuesta preliminar de los precursores del ecofascismo cl‡sico de los siglos
XIX y XX deber’a servir para iluminar los fundamentos conceptuales comunes a
todas las formas de ecolog’a reaccionaria
Dos
aclaraciones iniciales est‡n en orden. Primero, los tŽrminos
"ambiental" y "ecol—gico" se usan aqu’ m‡s o menos
indistintamente para denotar ideas, actitudes y pr‡cticas comœnmente asociadas
con el movimiento ambiental contempor‡neo. Esto no es un anacronismo;
simplemente indica un enfoque interpretativo que resalta las conexiones con las
preocupaciones actuales. En segundo lugar, este enfoque no pretende respaldar
la noci—n hist—ricamente desacreditada de que los datos hist—ricos anteriores a
1933 pueden o deben leerse como "que conducen inexorablemente" a la
calamidad nazi. M‡s bien, nuestra preocupaci—n aqu’ es discernir las continuidades
ideol—gicas y rastrear las genealog’as pol’ticas, en un intento por comprender
el pasado a la luz de nuestra situaci—n actual, para hacer que la historia sea
relevante para la actual crisis social y ecol—gica.
Las
ra’ces de la m’stica de la sangre y el suelo El "ala verde" del partido
nazi y sus antecedentes hist—ricos
Alemania no es solo el lugar de
nacimiento de la ciencia de la ecolog’a y el lugar de ascenso de la pol’tica
verde; TambiŽn ha sido el hogar de una s’ntesis peculiar de naturalismo y
nacionalismo forjada bajo la influencia del irracionalismo anti-Ilustraci—n de
la tradici—n rom‡ntica. Dos
figuras del siglo XIX ejemplifican esta ominosa conjunci—n: Ernst Moritz Arndt
y Wilhelm Heinrich Riehl.
Aunque
es mejor conocido en Alemania por su nacionalismo fan‡tico, Arndt tambiŽn se
dedic— a la causa del campesinado, lo que lo llev— a preocuparse por el
bienestar de la tierra. Los historiadores del ambientalismo alem‡n lo mencionan
como el primer ejemplo de pensamiento 'ecol—gico' en el sentido moderno. 4
Su notable art’culo de 1815 sobre el cuidado y la conservaci—n de los bosques,
escrito en los albores de la industrializaci—n en Europa Central, critica
la explotaci—n miope de los bosques y el suelo, condenando la deforestaci—n y sus
causas econ—micas. A veces escribi— en tŽrminos sorprendentemente similares
a los del biocentrismo contempor‡neo: "Cuando uno ve la naturaleza en una
conexi—n e interrelaci—n necesarias, entonces todas las cosas son igualmente
importantes: arbusto, gusano, planta, humano, piedra, nada primero o œltimo,
pero todos una sola unidad ". 5 5
El
ambientalismo de Arndt, sin embargo, estaba inextricablemente ligado al
nacionalismo virulentamente xen—fobo. Sus llamamientos elocuentes y profŽticos
para la sensibilidad ecol—gica se expresaron siempre en tŽrminos del bienestar
del suelo alem‡n y del pueblo alem‡n , y sus reiteradas polŽmicas
lun‡ticas contra el mestizaje, demandas de pureza racial teut—nica y ep’tetos
contra los franceses, eslavos y Los jud’os marcaron cada aspecto de su
pensamiento. Al comienzo del siglo XIX, la conexi—n mortal entre el amor a la
tierra y el nacionalismo racista militante se estableci— firmemente.
Riehl,
un estudiante de Arndt, desarroll— aœn m‡s esta siniestra tradici—n. En algunos
aspectos, su racha "verde" fue significativamente m‡s profunda que la
de Arndt; Presagiando ciertas tendencias en el activismo ambiental reciente, su
ensayo de 1853 Field and Forest termin—
con un llamado a luchar por "los derechos de la naturaleza salvaje".
Pero incluso aqu’ el pathos nacionalista marc— la pauta: "Debemos salvar
el bosque, no solo para que nuestros hornos no se enfr’en en invierno, sino
tambiŽn para que el pulso de la vida de la gente continœe latiendo c‡lida y
alegremente, para que Alemania sigue siendo alem‡n ". 6
Riehl fue un oponente implacable al
auge del industrialismo y la urbanizaci—n; Su glorificaci—n abiertamente
antisemita de los valores de los campesinos rurales y la condena indiferenciada
de la modernidad lo establecieron como el "fundador del romanticismo
agrario y el anti-urbanismo". 7 7
Estas
dos œltimas fijaciones maduraron en la segunda mitad del siglo XIX en el
contexto del movimiento všlkisch ,
una poderosa disposici—n cultural y tendencia social que un’a el populismo etnocŽntrico
con el misticismo de la naturaleza. En el coraz—n de la tentaci—n všlkisch hab’a una respuesta
patol—gica a la modernidad. Ante las dislocaciones muy reales provocadas por el
triunfo del capitalismo industrial y la unificaci—n nacional, los pensadores všlkisch predicaron un retorno a la
tierra, a la simplicidad y la integridad de una vida en sinton’a con la pureza
de la naturaleza. La efusividad m’stica de este utopismo pervertido se
correspond’a con su vulgaridad pol’tica. Mientras que "el movimiento Všlkisch aspiraba a
reconstruir la sociedad que fue sancionada por la historia, arraigada en la
naturaleza y en comuni—n con el esp’ritu de la vida c—smica" 8
, se neg— deliberadamente a ubicar las
fuentes de alienaci—n, desarraigo y destrucci—n del medio ambiente en las
estructuras sociales. la culpa, en cambio, es el racionalismo, el
cosmopolitismo y la civilizaci—n urbana. El sustituto de todo esto fue el
antiguo objeto del odio campesino y el resentimiento de la clase media: los
jud’os. "Los alemanes estaban buscando una misteriosa totalidad que los
restaurara a la felicidad primitiva, destruyendo el medio hostil de la
civilizaci—n industrial urbana que la conspiraci—n jud’a les hab’a impuesto".
9 9
Reformulando
el antisemitismo alem‡n tradicional en tŽrminos amigables con la naturaleza, el
movimiento všlkisch llev— una
amalgama vol‡til de prejuicios culturales del siglo XIX, obsesiones rom‡nticas
con la pureza y el sentimiento anti-Ilustraci—n en el discurso pol’tico del
siglo XX. El surgimiento de la ecolog’a moderna forj— el eslab—n final en la
fat’dica cadena que un’a el nacionalismo agresivo, el racismo cargado de
m’stica y las predilecciones ecologistas. En 1867, el zo—logo alem‡n Ernst Haeckel
acu–— el tŽrmino "ecolog’a" y comenz— a establecerlo como una
disciplina cient’fica dedicada al estudio de las interacciones entre el
organismo y el medio ambiente. Haeckel tambiŽn fue el principal divulgador de
Darwin y la teor’a evolutiva para el mundo de habla alemana, y desarroll— un
tipo peculiar de filosof’a social darwinista que llam— "monismo". La
Liga Monista alemana que fund— combin— el holismo ecol—gico con base cient’fica
con puntos de vista sociales všlkisch .
Haeckel cre’a en la superioridad racial n—rdica, se opon’a enŽrgicamente a la
mezcla racial y apoyaba con entusiasmo la eugenesia racial. Su ferviente
nacionalismo se volvi— fan‡tico con el inicio de la Primera Guerra Mundial, y
fulmin— en tonos antisemitas contra la Repœblica del Consejo de posguerra en
Baviera.
De
esta manera, "Haeckel contribuy— a esa variedad especial de pensamiento
alem‡n que sirvi— como semillero para el nacionalsocialismo. Se convirti— en
uno de los principales ide—logos de Alemania para el racismo, el nacionalismo y
el imperialismo". 10 Cerca
del final de su vida se uni— a la Sociedad Thule, "una organizaci—n
secreta, radicalmente de derecha, que desempe–— un papel clave en el
establecimiento del movimiento nazi". 11 Pero aqu’ est‡n en juego m‡s que meras continuidades
personales. El pionero de la ecolog’a cient’fica, junto con sus disc’pulos
Willibald Hentschel, Wilhelm Bšlsche y Bruno Wille, moldearon profundamente el
pensamiento de las generaciones posteriores de ecologistas al incorporar la
preocupaci—n por el mundo natural en una red de temas sociales regresivos.
Desde sus inicios, entonces, la ecolog’a estuvo ligada a un marco pol’tico
intensamente reaccionario.
Los
contornos espec’ficos de este matrimonio temprano de ecolog’a y puntos de vista
sociales autoritarios son muy instructivos. En el centro de este complejo
ideol—gico est‡ la aplicaci—n directa e inmediata de categor’as biol—gicas al
‡mbito social. Haeckel sostuvo que "la civilizaci—n y la vida de las
naciones se rigen por las mismas leyes que prevalecen en la naturaleza y la
vida org‡nica". 12 Esta
noci—n de "leyes naturales" u "orden natural" ha sido
durante mucho tiempo un pilar del pensamiento ambiental reaccionario. Su
concomitante es el antihumanismo:
Por
lo tanto, para los monistas, quiz‡s la caracter’stica m‡s perniciosa de la
civilizaci—n burguesa europea era la importancia inflada que atribu’a a la idea
del hombre en general, a su existencia y a sus talentos, y a la creencia de que
a travŽs de sus facultades racionales œnicas el hombre pod’a esencialmente
recrea el mundo y crea un orden social universalmente m‡s armonioso y
Žticamente justo. [La humanidad era] una criatura insignificante cuando se la
ve’a como parte de la inmensidad del cosmos y las fuerzas abrumadoras de la
naturaleza y se la med’a contra ella. 13
Otros
monistas extendieron este Žnfasis anti humanista y lo mezclaron con los motivos
tradicionales de všlkisch del
anti industrialismo indiscriminado y el anti urbanismo, as’ como el racismo
pseudocient’fico recientemente emergente. La pieza clave, una vez m‡s, fue la
fusi—n de categor’as biol—gicas y sociales. El bi—logo Raoul FrancŽ, miembro
fundador de la Liga Monista, elabor— las llamadas " Lebensgesetze ", "leyes de
la vida" a travŽs de las cuales el orden natural determina el orden
social. Se opuso a la mezcla racial, por ejemplo, como "antinatural".
FrancŽ es aclamado por los ecofascistas contempor‡neos como un "pionero
del movimiento ecol—gico". 14
El
colega de FrancŽ, Ludwig Woltmann, otro estudiante de Haeckel, insisti— en una
interpretaci—n biol—gica para todos los fen—menos sociales, desde las actitudes
culturales hasta los arreglos econ—micos. Hizo hincapiŽ en la supuesta conexi—n
entre la pureza ambiental y la pureza 'racial': "Woltmann adopt— una
actitud negativa hacia el industrialismo moderno. Afirm— que el cambio de una
sociedad agraria a una sociedad industrial hab’a acelerado el declive de la
raza. En contraste con la naturaleza, que engendr— las formas arm—nicas del
germanismo, exist’an las grandes ciudades, diab—licas e inorg‡nicas,
destruyendo las virtudes de la raza ". 15
As’,
en los primeros a–os del siglo XX, cierto tipo de argumentaci—n
"ecol—gica", saturada de contenido pol’tico de derecha, hab’a
alcanzado una cierta respetabilidad dentro de la cultura pol’tica de Alemania.
Durante el turbulento per’odo que rodea la Primera Guerra Mundial, la mezcla de
fanatismo etnocŽntrico, el rechazo regresivo de la modernidad y la preocupaci—n
ambiental genuina result— ser una poci—n muy potente.
El movimiento juvenil y la era de Weimar
El
principal veh’culo para llevar esta constelaci—n ideol—gica a la fama fue el
movimiento juvenil, un fen—meno amorfo que jug— un papel decisivo pero muy
ambivalente en la configuraci—n de la
cultura popular alemana durante las primeras tres tumultuosas dŽcadas de
este siglo. TambiŽn conocido como Wandervšgel
(que se traduce aproximadamente como 'esp’ritus libres errantes'), el
movimiento juvenil era una mezcolanza de elementos contraculturales, que combinaba
el neo- romanticismo, las filosof’as orientales, el misticismo de la
naturaleza, la hostilidad hacia la raz—n y un fuerte impulso comunitario en una
bœsqueda confusa pero no menos ardiente de relaciones sociales autŽnticas, no
enajenadas. Su Žnfasis en el regreso a la tierra gener— una sensibilidad
apasionada por el mundo natural y el da–o que sufri—. Se los ha calificado
adecuadamente como `` hippies de derecha '', porque aunque algunos sectores del
movimiento gravitaron hacia diversas formas de pol’tica emancipadora (aunque
generalmente arrojaron sus trampas ecologistas en el proceso), la mayor’a de
los Wandervšgel fueron
finalmente absorbidos por los nazis. Vale la pena examinar este cambio del
culto a la naturaleza al culto al FŸhrer.
Los
diversos sectores del movimiento juvenil compartieron una autoconcepci—n comœn:
fueron una supuesta respuesta 'no pol’tica' a una profunda crisis cultural,
enfatizando la primac’a de la experiencia emocional directa sobre la cr’tica
social y la acci—n. Empujaron las contradicciones de su tiempo hasta el punto
de ruptura, pero no pudieron o no quisieron dar el paso final hacia una
rebeli—n social organizada y enfocada, "convencidos de que los cambios que
quer’an lograr en la sociedad no pod’an lograrse por medios pol’ticos, pero
solo por la mejora del individuo ". 16 Esto result— ser un error fatal. "Hablando
en tŽrminos generales, se les abrieron dos formas de revuelta: podr’an haber
seguido su cr’tica radical de la sociedad, que a su debido tiempo los habr’a
llevado al campo de la revoluci—n social. [Pero] el Wandervšgel eligi— la otra forma de protesta contra sociedad -
romanticismo ". 17
Esta
postura se prestaba demasiado f‡cilmente a un tipo muy diferente de
movilizaci—n pol’tica: el fanatismo "no pol’tico" del fascismo. El
movimiento juvenil no simplemente fall— en su forma de protesta elegida, sino
que fue realineado activamente cuando sus miembros se acercaron a los nazis por
miles. Sus energ’as contraculturales y sus sue–os de armon’a con la naturaleza
dieron el fruto m‡s amargo. Esta es, quiz‡s, la trayectoria inevitable de
cualquier movimiento que reconozca y se oponga a los problemas sociales y
ecol—gicos, pero que no reconozca sus ra’ces sistŽmicas ni se resista
activamente a las estructuras pol’ticas y econ—micas que los generan. Evitando
la transformaci—n social en favor del cambio personal, una desafecci—n
aparentemente apol’tica puede, en tiempos de crisis, producir resultados
b‡rbaros.
La
atracci—n que tales perspectivas ejercieron sobre la juventud idealista es
clara: la magnitud de la crisis parec’a imponer un rechazo total de sus causas
aparentes. Es en la forma espec’fica de este rechazo donde reside el peligro.
Aqu’ el trabajo de varias mentes te—ricas m‡s de la Žpoca es instructivo. El
fil—sofo Ludwig Klages influy— profundamente en el movimiento juvenil y
particularmente molde— su conciencia ecol—gica. Es autor de un ensayo
tremendamente importante titulado "El hombre y la tierra" para la
legendaria reuni—n de Meissner del Wandervšgel en 1913. 18
Un texto extraordinariamente
conmovedor y el m‡s conocido de todos los trabajos de Klages, no es solo
"uno de los mayores manifiestos de el movimiento eco pacifista radical en
Alemania ", 19 pero
tambiŽn un ejemplo cl‡sico de la terminolog’a seductora de la ecolog’a
reaccionaria.
"Hombre
y Tierra" anticip— casi todos los temas del movimiento ecol—gico
contempor‡neo. Denunci— la extinci—n acelerada de especies, la alteraci—n del
equilibrio eco sistŽmico global, la deforestaci—n, la destrucci—n de los
pueblos abor’genes y los h‡bitats salvajes, la expansi—n urbana y la creciente
alienaci—n de las personas de la naturaleza. En tŽrminos enf‡ticos,
menospreciaba el cristianismo, el capitalismo, el utilitarismo econ—mico, el
hiperconsumo y la ideolog’a del "progreso". Incluso conden— la
destructividad ambiental del turismo desenfrenado y la matanza de ballenas, y
mostr— un claro reconocimiento del planeta como una totalidad ecol—gica. ÁTodo
esto en 1913!
Puede
ser una sorpresa, entonces, saber que Klages fue durante toda su vida
pol’ticamente conservador y un antisemita venenoso. Un historiador lo califica
de "fan‡tico všlkisch" y otro lo considera simplemente "un
marcapasos intelectual para el Tercer Reich" que "allan— el camino
para la filosof’a fascista en muchos aspectos importantes". 20
En "El hombre y la
tierra", una verdadera indignaci—n ante la devastaci—n del medio ambiente
natural se combina con un subtexto pol’tico de desesperaci—n cultural. 21
El diagn—stico de Klages de los
males de la sociedad moderna, a pesar de todas sus declaraciones sobre el
capitalismo, vuelve siempre a un solo culpable: "Geist". Su uso
idiosincr‡sico de este tŽrmino, que significa mente o intelecto, ten’a la
intenci—n de denunciar no solo el hiperracionalismo o la raz—n instrumental,
sino el pensamiento racional mismo. Tal acusaci—n general de la raz—n no puede
evitar tener implicaciones pol’ticas salvajes. Se excluye cualquier posibilidad
de reconstruir racionalmente la relaci—n de la sociedad con la naturaleza y
justifica el autoritarismo m‡s brutal. Pero las lecciones de la vida y el
trabajo de Klages han sido dif’ciles de aprender para los ecologistas. En 1980,
"El hombre y la tierra" se volvi— a publicar como un tratado
importante y seminal para acompa–ar el nacimiento de los verdes alemanes.
Otro
fil—sofo y cr’tico severo de la Ilustraci—n que ayud— a salvar el fascismo y el
ambientalismo fue Martin Heidegger. Un pensador mucho m‡s reconocido que
Klages, Heidegger predic— el "Ser autŽntico" y critic— duramente la
tecnolog’a moderna, y por lo tanto es a menudo celebrado como un precursor del
pensamiento ecol—gico. Sobre la base de su cr’tica de la tecnolog’a y el
rechazo del humanismo, los ecologistas profundos contempor‡neos han elevado a
Heidegger a su pante—n de eco-hŽroes:
La
cr’tica de Heidegger al humanismo antropocŽntrico, su llamado a la humanidad a
aprender a "dejar que las cosas sean", su noci—n de que la humanidad
est‡ involucrada en un "juego" o "danza" con la tierra, el
cielo y los dioses, su meditaci—n sobre la posibilidad de un autŽntico modo de
"morar" en la tierra, su queja de que la tecnolog’a industrial est‡
destruyendo la tierra, su Žnfasis en la importancia del lugar local y la
"patria", su afirmaci—n de que la humanidad deber’a proteger y preservar
las cosas, en lugar de dominarlas. Todos estos aspectos del pensamiento de
Heidegger ayudan a respaldar la afirmaci—n de que es un importante te—rico
ecol—gico profundo. 22
Tales
derrames son, en el mejor de los casos, peligrosamente ingenuos. Sugieren un
estilo de pensamiento completamente ajeno a la historia de las apropiaciones
fascistas de todos los
elementos que el pasaje citado alaba en Heidegger. (Para su crŽdito, el autor
de las l’neas anteriores, un importante te—rico ecol—gico profundo por derecho
propio, desde entonces ha cambiado su posici—n e inst— elocuentemente a sus
colegas a hacer lo mismo.) 23 En
cuanto al fil—sofo del Ser mismo, Žl estaba ... - a diferencia de Klages, que
vivi— en Suiza despuŽs de 1915 - un miembro activo del partido nazi y durante
un tiempo con entusiasmo, incluso apoy— con adoraci—n al FŸhrer . Sus paneg’ricos m’sticos
para Heimat (patria) se
complementaron con un profundo antisemitismo, y sus costados expresados
metaf’sicamente contra la tecnolog’a y la modernidad convergieron perfectamente
con la demagogia populista. Aunque vivi— y ense–— durante treinta a–os despuŽs
de la ca’da del Tercer Reich, Heidegger nunca una vez se arrepinti—
pœblicamente, mucho menos renunci—, su participaci—n en el nacionalsocialismo,
ni siquiera conden— sus cr’menes. Su trabajo, cualesquiera que sean sus mŽritos
filos—ficos, se erige hoy como una se–al de advertencia sobre los usos
pol’ticos del antihumanismo en el atuendo ecol—gico.
Adem‡s
del movimiento juvenil y las filosof’as protofascistas, hubo, por supuesto,
esfuerzos pr‡cticos para proteger los h‡bitats naturales durante el per’odo de
Weimar. Muchos de estos proyectos estuvieron profundamente implicados en la
ideolog’a que culmin— con la victoria de 'Blood and Soil'. Un lanzamiento de
reclutamiento de 1923 para un equipo de preservaci—n de bosques da una idea de
la ret—rica ambiental de la Žpoca:
"En
cada seno alem‡n, el bosque alem‡n tiembla con sus cavernas y barrancos, riscos
y rocas, aguas y vientos, leyendas y cuentos de hadas, con sus canciones y sus
melod’as, y despierta un poderoso anhelo y un anhelo de hogar; en todas las
almas alemanas. El bosque alem‡n vive y teje con su profundidad y amplitud, su
quietud y fuerza, su fuerza y dignidad, sus riquezas y su belleza: es la fuente
de la interioridad alemana, del alma alemana, de la libertad alemana. por el
bosque alem‡n por el bien de los ancianos y los j—venes, y œnete a la nueva
"Liga alemana para la protecci—n y la consagraci—n del bosque alem‡n"
24.
La
repetici—n en mantra de la palabra "alem‡n" y la representaci—n
m’stica del bosque sagrado fusionan, una vez m‡s, el nacionalismo y el
naturalismo. Este entrelazamiento adquiri— un significado espeluznante con el
colapso de la repœblica de Weimar. Junto a grupos de conservaci—n relativamente
inocuos, crec’a otra organizaci—n que ofrec’a a estas ideas un hogar
hospitalario: el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes,
conocido por sus siglas
NSDAP.
Bas‡ndose en la herencia de Arndt, Riehl, Haeckel y otros (todos honrados entre
1933 y 1945 como antepasados del triunfante nacionalsocialismo), la
incorporaci—n del movimiento nazi de temas ecologistas fue un factor crucial en
su ascenso a la popularidad y al poder estatal. .
La naturaleza en la ideolog’a
nacionalsocialista
Las
ideas ecol—gicas reaccionarias cuyos contornos se bosquejan arriba ejercieron
una influencia poderosa y duradera en muchas de las figuras centrales del
NSDAP. La cultura de Weimar, despuŽs de todo, estaba bastante inundada de tales
teor’as, pero los nazis les dieron una inflexi—n
peculiar.
La "religi—n de la naturaleza" nacionalsocialista, como lo describi—
un historiador, era una mezcla vol‡til de misticismo primitivo teut—nico,
ecolog’a pseudocient’fica, antihumanismo irracionalista y una mitolog’a de la
salvaci—n racial a travŽs del retorno a la tierra. Sus temas predominantes
fueron 'orden natural', holismo organicista y denigraci—n de la humanidad:
"A lo largo de los escritos, no solo de Hitler, sino de la mayor’a de los
ide—logos nazis, se puede discernir una depreciaci—n fundamental de los humanos
frente a lanaturaleza y, como un
corolario l—gico de esto, un ataque a los esfuerzos humanos para dominar la
naturaleza ". 25 Citando
a un educador nazi, la misma fuente continœa: "los puntos de vista
antropocŽntricos en general tuvieron que ser rechazados. Ser’an v‡lidos
solo" si se supone que la naturaleza ha sido creada solo para el hombre.
Rechazamos decisivamente esta actitud. Segœn nuestra concepci—n de la
naturaleza, el hombre es un eslab—n en la cadena viva de la naturaleza como
cualquier otro organismo ". 26
Tales
argumentos tienen una moneda escalofriante dentro del discurso ecol—gico
contempor‡neo: la clave para la armon’a socio ecol—gica es determinar "las
leyes eternas de los procesos de la naturaleza" (Hitler) y organizar a la
sociedad para que se corresponda con ellos. Al FŸhrer le gustaba especialmente destacar la "impotencia de
la humanidad ante la ley eterna de la naturaleza". 27
HaciŽndose eco de Haeckel y los
monistas, ÒMein KampfÓ anuncia:
"Cuando las personas intentan rebelarse contra la l—gica de hierro de la
naturaleza, entran en conflicto con los mismos principios a los que deben su
existencia como seres humanos. Sus acciones contra la naturaleza deben conducir
a su propia ca’da ". 28
Las
implicaciones autoritarias de esta visi—n de la humanidad y la naturaleza se
hacen aœn m‡s claras en el contexto del Žnfasis de los nazis en el holismo y el
organicismo. En 1934, el director de la Agencia del Reich para la Protecci—n de
la Naturaleza, Walter Schoenichen, estableci— los siguientes objetivos para los
planes de estudio de biolog’a: "Muy temprano, los j—venes deben
desarrollar una comprensi—n de la importancia c’vica del 'organismo', es decir,
la coordinaci—n de todos partes y —rganos para el beneficio de la œnica y
superior tarea de la vida ". 29 Esta adaptaci—n inmediata (ya familiar) de los
conceptos biol—gicos a los fen—menos sociales sirvi— para justificar no solo el
orden social totalitario del Tercer Reich sino tambiŽn la pol’tica
expansionista de Lebensraum (el
plan de conquistar el 'espacio vital' en Europa del Este para los alemanes
personas). TambiŽn proporcion— el v’nculo entre la pureza ambiental y la pureza
racial:
Dos
temas centrales de la educaci—n en biolog’a siguen [segœn los nazis] desde la
perspectiva hol’stica: protecci—n de la naturaleza y eugenesia. Si uno ve la
naturaleza como un todo unificado, los estudiantes desarrollar‡n
autom‡ticamente un sentido para la ecolog’a y la conservaci—n del medio
ambiente. Al mismo tiempo, el concepto de protecci—n de la naturaleza dirigir‡
la atenci—n a la raza humana moderna urbanizada y 'sobrecivilizada'. 30
En
muchas variedades de la visi—n del mundo nacionalsocialista, los temas
ecol—gicos estaban vinculados con el romanticismo agrario tradicional y la
hostilidad hacia la civilizaci—n urbana, todo girando en torno a la idea de
arraigo en la naturaleza. Esta constelaci—n conceptual, especialmente la
bœsqueda de una conexi—n perdida con la naturaleza, fue m‡s pronunciada entre
los elementos neopaganos en el liderazgo nazi, sobre todo Heinrich Himmler,
Alfred Rosenberg y Walther DarrŽ.
Rosenberg escribi— en su colosal El
mito del siglo XX: "Hoy vemos el flujo constante del campo a la
ciudad, mortal para el Volk .
Las ciudades se hinchan cada vez m‡s, desconcertando al Volk (pueblo) y destruyendo los hilos que unen a la humanidad
con la naturaleza; atraen a aventureros y especuladores de todos los colores,
fomentando as’ el caos racial ". 31
Tales
reflexiones, hay que destacar, no fueron meras ret—ricas; reflejaban creencias
firmemente arraigadas y, de hecho, pr‡cticas en la parte superior de la
jerarqu’a nazi que hoy se asocian
convencionalmente con actitudes ecol—gicas. Hitler y Himmler eran
vegetarianos estrictos y amantes de los animales, atra’dos por el misticismo de
la naturaleza y las curas homeop‡ticas, y firmemente opuestos a la vivisecci—n
y la crueldad hacia los animales. Himmler incluso estableci— granjas org‡nicas experimentales para
cultivar hierbas con fines medicinales de las SS. Y Hitler, a veces, podr’a
sonar como un verdadero ut—pico verde, discutiendo con autoridad y en detalle
varias fuentes de energ’a renovable (incluida la energ’a hidroelŽctrica
ambientalmente apropiada y produciendo gas natural a partir de lodos) como alternativas
al carb—n, y declarando "agua, vientos y mareas" como El camino
energŽtico del futuro. 32
Incluso
en medio de la guerra, los l’deres nazis mantuvieron su compromiso con los
ideales ecol—gicos que eran, para ellos, un elemento esencial del
rejuvenecimiento racial. En diciembre de 1942, Himmler emiti— un decreto
"Sobre el tratamiento de la tierra en los territorios orientales", en
referencia a las partes recientemente anexadas de Polonia. Se lee en parte:
El
campesino de nuestro grupo racial siempre se ha esforzado cuidadosamente por
aumentar los poderes naturales del suelo, las plantas y los animales, y por
preservar el equilibrio de toda la naturaleza. Para Žl, el respeto por la creaci—n
divina es la medida de toda cultura. Por lo tanto, si los nuevos LebensrŠume (espacios de vida) se
convertir‡n en una patria para nuestros colonos, la disposici—n planificada del
paisaje para mantenerlo cerca de la naturaleza es un requisito previo decisivo.
Es una de las bases para fortalecer el Volk
alem‡n. 33
Este
pasaje recapitula casi todos los tropos compuestos por la ideolog’a ecofascista
cl‡sica: LebensrŠume, Heimat, la
m’stica agraria, la salud del Volk ,
la cercan’a y el respeto por la naturaleza (expl’citamente construido como el
est‡ndar contra el cual la sociedad debe ser juzgada), manteniendo equilibrio
precario de la naturaleza y los poderes terrenales del suelo y sus
criaturas.
Tales motivos eran cualquier cosa menos idiosincrasias personales por parte de
Hitler, Himmler o Rosenberg; Incluso Gšring, que era, junto con Goebbels, el
miembro del c’rculo interno nazi menos hospitalario para las ideas ecol—gicas,
parec’a a veces ser un conservacionista comprometido. 34
Estas simpat’as tampoco se limitaron
a los niveles superiores del partido. Un estudio de las listas de miembros de
varias organizaciones tradicionales de la era de Weimar Naturschutz (protecci—n de la naturaleza) revel— que para 1939,
el 60 por ciento de estos conservacionistas se hab’an unido al NSDAP (en
comparaci—n con el 10 por ciento de los hombres adultos y el 25 por ciento de
los maestros y abogados). 35 Claramente,
las afinidades entre el ambientalismo y el nacionalsocialismo eran profundas.
A
nivel de ideolog’a, entonces, los temas ecol—gicos desempe–aron un papel vital
en el fascismo alem‡n. Sin embargo, ser’a un grave error tratar estos elementos
como mera propaganda, desplegados de manera inteligente para enmascarar el
verdadero car‡cter del nazismo como un monstruo tecnocr‡tico-industrial. La
historia definitiva del anti-urbanismo alem‡n y el romanticismo agrario
argumenta incisivamente en contra de este punto de vista:
Nada
podr’a estar m‡s equivocado que suponer que la mayor’a de los principales
ide—logos nacionalsocialistas fingieron c’nicamente un romanticismo agrario y
hostilidad hacia la cultura urbana, sin ninguna convicci—n interna y con fines
meramente electorales y de propaganda, para enga–ar al pœblico [. . . ] En
realidad, la mayor’a de los principales ide—logos nacionalsocialistas estaban
sin duda m‡s o menos inclinados al romanticismo agrario y al anti-urbanismo y
convencidos de la necesidad de una relativa agrarizaci—n. 36
Sin
embargo, la pregunta sigue siendo: Àhasta quŽ punto los nazis realmente
implementaron pol’ticas ambientales durante el Reich de doce a–os? Hay pruebas
contundentes de que la tendencia "ecol—gica" en el partido, aunque
hoy se ignora en gran medida, tuvo un Žxito considerable durante la mayor parte
del reinado del partido. Este "ala verde" del NSDAP fue representado
sobre todo por Walther DarrŽ, Fritz Todt, Alwin Seifert y Rudolf Hess, las
cuatro figuras que principalmente moldearon la ecolog’a fascista en la
pr‡ctica.
Sangre y suelo como doctrina oficial "La unidad de sangre y tierra debe ser
restaurada", proclam— Richard Walther DarrŽ en 1930. 37
Esta frase infame denota una
conexi—n casi m’stica entre 'sangre' (la raza o Volk ) y 'tierra' (la tierra y el medio ambiente natural). )
espec’ficos de los pueblos germ‡nicos y ausentes, por ejemplo, entre celtas y
eslavos. Para los entusiastas del Blut
und Boden , los
jud’os eran especialmente personas desarraigadas, errantes, incapaces de
cualquier relaci—n verdadera con la tierra. La sangre alemana, en otras
palabras, engendr— un reclamo exclusivo del sagrado suelo alem‡n. Si bien el
tŽrmino "sangre y tierra" hab’a estado circulando en c’rculos všlkisch desde al menos la era de
Wilhelmine, fue DarrŽ quien primero lo populariz— como un eslogan y luego lo
consagr— como un principio rector del pensamiento nazi. Volviendo a Arndt y
Riehl, imagin— una ruralizaci—n exhaustiva de Alemania y Europa, basada en un
campesinado yeoman revitalizado, para garantizar la salud racial y la
sostenibilidad ecol—gica.
DarrŽ
fue uno de los principales "te—ricos de la raza" del partido y
tambiŽn contribuy— a impulsar el apoyo campesino a los nazis durante el per’odo
cr’tico de principios de la dŽcada de 1930. Desde 1933 hasta 1942 ocup— los
cargos de L’der Campesino del Reich y Ministro de Agricultura. Este no fue un feudo
menor; El ministerio de agricultura ten’a el cuarto presupuesto m‡s grande de
todos los innumerables ministerios nazis incluso en la guerra. 38
Desde esta posici—n, DarrŽ pudo
prestar un apoyo vital a varias iniciativas ecol—gicamente orientadas. Jug— un
papel esencial en la unificaci—n de las nebulosas tendencias
protoambientalistas en el nacionalsocialismo:
Fue
DarrŽ quien dio a los sentimientos anti-civilizaci—n, anti-liberal,
anti-modernos y latentes anti- urbanos mal definidos de la Žlite nazi una base
en la m’stica agraria. Y parece que DarrŽ tuvo una inmensa influencia en la
ideolog’a del nacionalsocialismo, como si fuera capaz de articular
significativamente m‡s claramente que antes el sistema de valores de una
sociedad agraria contenido en la ideolog’a nazi y, sobre todo, de legitimar
esto. modelo agrario y dar a la pol’tica nazi un objetivo claramente orientado
hacia una re-agrarianizaci—n de largo alcance. 39
Este
objetivo no solo estaba en consonancia con la expansi—n imperialista en nombre de
LebensrŠume , sino que era una
de sus principales justificaciones, incluso motivaciones. En un lenguaje
repleto de las met‡foras biol—gicas del organicismo, DarrŽ declar—: "El
concepto de Sangre y Suelo nos da el derecho moral de recuperar tanta tierra en
el Este como sea necesario para establecer una armon’a entre el cuerpo de
nuestro Volk y el geopol’tico
espacio." 40
Adem‡s
de proporcionar camuflaje verde para la colonizaci—n de Europa del Este, DarrŽ
trabaj— para instalar principios ambientalmente sensibles como la base de la
pol’tica agr’cola del Tercer Reich. Incluso en sus fases m‡s productivistas,
estos preceptos siguieron siendo emblem‡ticos de la doctrina nazi. Cuando se
proclam— la "Batalla por la Producci—n" (un plan para impulsar la
productividad del sector agr’cola) en el segundo Congreso de Agricultores del
Reich en 1934, el primer punto del programa dec’a "ÁMantenga el suelo
saludable!" Pero la innovaci—n m‡s importante de DarrŽ fue la introducci—n
a gran escala de mŽtodos de agricultura org‡nica, etiquetados
significativamente como "lebensgesetzliche Landbauweise", o la
agricultura segœn las leyes de la vida. El tŽrmino se–ala una vez m‡s la
ideolog’a del orden natural que subyace a tanto pensamiento ecol—gico
reaccionario. El ’mpetu para estas medidas sin precedentes provino de la
antroposof’a de Rudolf Steiner y sus tŽcnicas de cultivo biodin‡mico. 41
La
campa–a para institucionalizar la agricultura org‡nica abarc— decenas de miles
de peque–as propiedades y fincas en toda Alemania. Se encontr— con una
resistencia considerable por parte de otros miembros de la jerarqu’a nazi,
sobre todo Backe y Gšring. Pero DarrŽ, con la ayuda
de Hess y otros, pudo mantener la pol’tica hasta su renuncia forzada en 1942
(un evento que tuvo poco que ver con sus inclinaciones ecologistas). Y estos
esfuerzos en ningœn sentido representaban meramente las predilecciones
personales de DarrŽ; Como se–ala la historia est‡ndar de la pol’tica agr’cola
alemana, Hitler y Himmler "simpatizaban completamente con estas ideas".
42 Aœn as’, fue
en gran medida la influencia de DarrŽ en el aparato nazi lo que produjo, en la
pr‡ctica, un nivel de apoyo del gobierno para mŽtodos de cultivo ecol—gicamente
racionales y planificaci—n del uso de la tierra sin igual por ningœn estado antes
o despuŽs.
Por
estas razones, DarrŽ a veces ha sido considerado como un precursor del
movimiento verde contempor‡neo. Su bi—grafo, de hecho, una vez se refiri— a Žl
como el "padre de los Verdes". 43 Su libro Blood
and Soil, sin duda, la mejor fuente individual sobre DarrŽ, ya sea en
alem‡n o en inglŽs, minimiza constantemente los elementos virulentamente
fascistas en su pensamiento, retrat‡ndolo en cambio como un radical agrario
equivocado. Este grave error de juicio indica la atracci—n poderosamente
desorientadora de un aura "ecol—gica". Los escritos publicados por
DarrŽ solos, que datan de principios de los a–os veinte, son suficientes para
acusarlo como un ide—logo rabiosamente racista y jingo’sta particularmente
propenso a un antisemitismo vulgar y odioso (habl— de los jud’os,
reveladoramente, como "malas hierbas"). Su mandato de una dŽcada como
sirviente leal y, adem‡s, arquitecto del estado nazi demuestra su dedicaci—n a
la causa trastornada de Hitler. Una cuenta incluso afirma que fue DarrŽ quien
convenci— a Hitler y Himmler de la necesidad de exterminar a los jud’os y los
eslavos. 44Los
aspectos ecol—gicos de su pensamiento no pueden, en suma, separarse de su marco
completamente nazi. Lejos de encarnar las facetas 'redentoras' del
nacionalsocialismo, DarrŽ representa el espectro sombr’o del ecofascismo en el
poder.
Implementando el Programa Ecofascista
Con
frecuencia se se–ala que los momentos agrarios y rom‡nticos en la ideolog’a y
pol’tica nazi estaban en constante tensi—n con, si no en contradicci—n, con el
impulso tecnocr‡tico-industrial de la r‡pida modernizaci—n del Tercer Reich. Lo
que a menudo no se observa es que incluso estas tendencias de modernizaci—n
ten’an un componente ecol—gico significativo. Los dos hombres principalmente
responsables de mantener este compromiso ambientalista en medio de la
industrializaci—n intensiva fueron el Reichsminister
Fritz Todt y su ayudante, el ingeniero y planificador de alto nivel
Alwin Seifert.
Todt
era "uno de los nacionalsocialistas m‡s influyentes", 45directamente responsable de las cuestiones de
pol’tica tecnol—gica e industrial. A su muerte en 1942, dirigi— tres
ministerios diferentes a nivel de gabinete, adem‡s de la enorme Organizaci—n cuasi oficial Todt , y hab’a "reunido las
principales tareas tŽcnicas del Reich en sus propias manos". 46Segœn su sucesor, Albert Speer,
Todt "amaba la naturaleza" y "repetidamente tuvo serios
enfrentamientos con Bormann, protestando contra su despojo del paisaje
alrededor de Obersalzberg". 47
Otra fuente lo llama simplemente
"un ec—logo". 48Esta
reputaci—n se basa principalmente en los esfuerzos de Todt para hacer que la
construcci—n de Autobahn, una de las empresas de construcci—n m‡s grandes
emprendidas en este siglo, sea lo m‡s ambientalmente posible.
El
historiador preeminente de la ingenier’a alemana describe este compromiso de la
siguiente manera: "Todt exigi— al trabajo realizado de la tecnolog’a una
armon’a con la naturaleza y con el paisaje, cumpliendo as’ los principios
ecol—gicos modernos de ingenier’a, as’ como los principios 'organol—gicos' de
su propia era junto con sus ra’ces en la ideolog’a všlkisch ". 49 Los
aspectos ecol—gicos de este enfoque de la construcci—n fueron mucho m‡s all‡
del Žnfasis en la adaptaci—n armoniosa al entorno natural por razones
estŽticas; Todt tambiŽn estableci— criterios estrictos para respetar los
humedales, los bosques y las ‡reas ecol—gicamente sensibles. Pero al igual que
con Arndt, Riehl y DarrŽ, estas preocupaciones ecologistas estaban inseparablemente
vinculadas a
un
všlkisch-la perspectiva
nacionalista. Todt mismo expres— esta conexi—n sucintamente: "El
cumplimiento de los prop—sitos de un mero transporte no es el objetivo final de
la construcci—n de autopistas alemanas. La autopista alemana debe ser una
expresi—n del paisaje que la rodea y una expresi—n de la esencia alemana".
50
El
principal asesor y colaborador de Todt en temas ambientales fue su
lugarteniente Alwin Seifert, a quien Todt habr’a llamado una vez
"ecologista fan‡tico". 51 Seifert
llevaba el t’tulo oficial de Reich Advocate for the Landscape, pero su apodo
dentro del partido era "Mr. Mother Earth"(Sr. Madre Tierra). La
denominaci—n era merecida; Seifert so–aba con una "conversi—n total de la
tecnolog’a a la naturaleza" 52, y
con frecuencia se mostraba l’rico sobre las maravillas de la naturaleza alemana
y la tragedia del descuido de la "humanidad". Ya en 1934 le escribi—
a Hess exigiendo atenci—n a los problemas del agua e invocando "mŽtodos de
trabajo que est‡n m‡s en sinton’a con la naturaleza". 53Al cumplir con sus deberes oficiales, Seifert
enfatiz— la importancia de la vida silvestre y se opuso enŽrgicamente al
monocultivo, el drenaje de humedales y la agricultura qu’mica. Critic— a DarrŽ
como demasiado moderado y "pidi— una revoluci—n agr’cola hacia 'un mŽtodo
de agricultura m‡s natural, m‡s simple y m‡s campesino,' independiente del
capital '". 54
Con
la pol’tica tecnol—gica del Tercer Reich confiada a figuras como estas, incluso
la construcci—n industrial masiva de los nazis adquiri— un tono distintivamente
verde. La prominencia de la naturaleza en el trasfondo filos—fico del partido
ayud— a garantizar que las iniciativas m‡s radicales a menudo recibieran una
audiencia comprensiva en las oficinas m‡s altas del estado nazi. A mediados de
los a–os treinta, Todt y Seifert presionaron enŽrgicamente por una Ley del
Reich para la Protecci—n de la Madre Tierra que lo abarcara todo "para
detener la pŽrdida constante de esta base insustituible de toda la vida". 55
Seifert informa que todos los
ministerios estaban preparados para cooperar excepto uno; solo el ministro de
econom’a se opuso al proyecto de ley debido a su impacto en la miner’a.
Pero
incluso fallas cercanas como estas habr’an sido impensables sin el apoyo del
canciller del Reich Rudolf Hess, quien proporcion— al "ala verde" del
NSDAP un ancla segura en la parte superior de la jerarqu’a del partido. Ser’a
dif’cil sobreestimar el poder y la centralidad de Hess en la compleja
maquinaria gubernamental del rŽgimen nacionalsocialista. Se uni— al partido en
1920 como miembro # 16, y durante dos dŽcadas fue el devoto diputado personal
de Hitler. Ha sido descrito como el "confidente m‡s cercano de
Hitler", 56 y
el propio FŸhrer se refiri— a
Hess como su "asesor m‡s cercano". 57Hess no solo fue el l’der m‡s alto del partido y
el segundo en la l’nea (despuŽs de Gšring) en suceder a Hitler; Adem‡s, toda la
legislaci—n y cada decreto ten’an que pasar por su oficina antes de convertirse
en ley.
Amante
empedernido de la naturaleza y devoto Steinerite, Hess insisti— en una dieta
estrictamente biodin‡mica, ni siquiera los rigurosos est‡ndares vegetarianos de
Hitler eran lo suficientemente buenos para Žl, y acept— solo medicamentos
homeop‡ticos. Fue Hess quien present— a DarrŽ a Hitler, asegurando as’ al
"ala verde" su primera base de poder. Era un defensor aœn m‡s tenaz
de la agricultura org‡nica que DarrŽ, y presion— a este œltimo para que tomara
medidas m‡s demostrativas en apoyo de la lebensgesetzliche
Landbauweise . 58 Su
oficina tambiŽn era directamente responsable de la planificaci—n del uso de la
tierra en todo el Reich, empleando a varios especialistas que compart’an el
enfoque ecol—gico de Seifert. 59
Con
el entusiasta respaldo de Hess, el "ala verde" logr— sus Žxitos m‡s
notables. Ya en marzo de 1933, se aprob— e implement— una amplia gama de
legislaci—n ambientalista a nivel nacional, regional y local. Estas medidas,
que incluyeron programas de reforestaci—n, proyectos de ley que protegen
especies animales y vegetales, y decretos conservacionistas que bloquean el
desarrollo industrial, indudablemente "se ubicaron entre los m‡s
progresistas del mundo en ese momento". Se dise–aron 60
ordenanzas de planificaci—n para la
protecci—n del h‡bitat de la vida silvestre y al mismo tiempo exigieron respeto
por el bosque sagrado alem‡n. El estado nazi tambiŽn cre— las primeras reservas
naturales en Europa.
Junto
con los esfuerzos de DarrŽ hacia la re-agrarianizaci—n y el apoyo a la
agricultura org‡nica, as’ como los intentos de Todt y Seifert de
institucionalizar una planificaci—n del uso del suelo y una pol’tica industrial
ambientalmente sensibles, el mayor logro de los ecologistas nazis fue el Reichsnaturschutzgesetz de 1935. Esto fue completamente sin
precedentes ". la ley de protecci—n de la naturaleza "no solo
estableci— pautas para salvaguardar la flora, la fauna y los" monumentos
naturales "en todo el Reich; TambiŽn restringi— el acceso comercial a los
tramos restantes de desierto. Adem‡s, la ordenanza integral "requer’a que
todos los funcionarios nacionales, estatales y locales consultaran con las
autoridades de Naturschutz de manera oportuna antes de emprender cualquier
medida que produjera alteraciones fundamentales en el campo". 61
Aunque
la efectividad de la legislaci—n era cuestionable, los ambientalistas alemanes
tradicionales estaban encantados con su aprobaci—n. Walter Schoenichen lo
declar— el "cumplimiento definitivo de los anhelos rom‡nticos všlkisch", 62
y Hans Klose,
el sucesor de Schoenichen como jefe de la Agencia del Reich para la Protecci—n
de la Naturaleza, describi— la pol’tica ambiental nazi como el "punto
culminante de la protecci—n de la naturaleza" en Alemania. Quiz‡s el mayor
Žxito de estas medidas fue facilitar el "realineamiento intelectual de
Naturschutz alem‡n" y la integraci—n del ambientalismo convencional en la
empresa nazi. 63
Si
bien los logros del "ala verde" fueron desalentadores, no deben
exagerarse. Las iniciativas ecol—gicas eran, por supuesto, apenas
universalmente populares dentro del partido. Goebbels, Bormann y Heydrich, por
ejemplo, se opusieron implacablemente a ellos, y consideraron a DarrŽ, Hess y
sus compa–eros so–adores poco confiables, excŽntricos o simplemente riesgos de
seguridad. Esta œltima sospecha pareci— ser confirmada por el famoso vuelo de
Hess a Gran Breta–a en 1941; despuŽs de ese punto, la tendencia ambientalista
fue en su mayor parte suprimida. Todt muri— en un accidente aŽreo en febrero de
1942, y poco despuŽs DarrŽ fue despojado de todos sus puestos. Durante los
œltimos tres a–os de la conflagraci—n nazi, el "ala verde" no jug—
ningœn papel activo. Su trabajo, sin embargo, hac’a tiempo que hab’a dejado una
mancha indeleble.
Ecolog’a Fascista en Contexto
Para
hacer que este an‡lisis desalentador y molesto sea m‡s aceptable, es tentador
sacar precisamente la conclusi—n equivocada, es decir, que incluso las empresas
pol’ticas m‡s reprensibles a veces producen resultados loables. Pero la verdadera lecci—n aqu’
es todo lo contrario: incluso las causas m‡s loables pueden pervertirse e instrumentalizarse
al servicio del salvajismo criminal. El "ala verde" del NSDAP no era
un grupo de inocentes, idealistas confundidos y manipulados, o reformadores
desde adentro; fueron promotores y ejecutores conscientes de un vil programa
expl’citamente dedicado a la violencia racista inhumana, la represi—n pol’tica
masiva y la dominaci—n militar mundial. Sus implicaciones
"ecol—gicas", lejos de compensar estos compromisos fundamentales, los
profundizaron y radicalizaron. En el final, su configuraci—n de pol’tica
ambiental fue directa y sustancialmente responsable del asesinato masivo
organizado.
Ningœn
aspecto del proyecto nazi puede entenderse adecuadamente sin examinar su
implicaci—n en el holocausto. Aqu’, tambiŽn, los argumentos ecol—gicos
desempe–aron un papel crucialmente malŽvolo. El "ala verde" no solo
restaur— el antisemitismo sangu’neo de la ecolog’a reaccionaria tradicional;
cataliz— un estallido completamente nuevo de fantasiosas fantas’as racistas de
inviolabilidad org‡nica y venganza pol’tica. La confluencia del dogma anti
humanista con una fetichizaci—n de la 'pureza' natural proporcion— no solo una
justificaci—n sino un incentivo para los cr’menes m‡s atroces del Tercer Reich.
Su atractivo insidioso desencaden— energ’as asesinas previamente sin explotar.
Finalmente, el desplazamiento de cualquier an‡lisis social de destrucci—n
ambiental a favor de la ecolog’a m’stica sirvi— como un componente integral en
la preparaci—n de la soluci—n final:
Explicar
la destrucci—n del campo y el da–o ambiental, sin cuestionar el v’nculo del
pueblo alem‡n con la naturaleza, solo podr’a hacerse sin analizar el da–o
ambiental en un contexto social y neg‡ndose a entenderlos como una expresi—n de
intereses sociales en conflicto. Si se hubiera hecho esto, habr’a llevado a la
cr’tica del nacionalsocialismo en s’ mismo, ya que no era inmune a tales
fuerzas. Una soluci—n fue asociar tales problemas ambientales con la influencia
destructiva de otras razas. Se podr’a ver que el nacionalsocialismo lucha por
la eliminaci—n de otras razas para permitir que la comprensi—n y el sentimiento
innato de la naturaleza del pueblo alem‡n se afirmen, asegurando as’ una vida
arm—nica cercana a la naturaleza para el futuro. 64
Este
es el verdadero legado del ecofascismo en el poder: "el genocidio se
convirti— en una necesidad bajo el manto de la protecci—n del medio
ambiente". 65
***
La
experiencia del "ala verde" del fascismo alem‡n es un recordatorio
aleccionador de la volatilidad pol’tica de la ecolog’a. Ciertamente no indica
ninguna conexi—n inherente o inevitable entre los problemas ecol—gicos y la
pol’tica de derecha; Junto con la tradici—n reaccionaria estudiada aqu’,
siempre ha habido una herencia igualmente vital de la ecolog’a libertaria de
izquierda, en Alemania como en otros lugares. 66 Pero se pueden discernir ciertos patrones:
"Si bien las inquietudes sobre los problemas planteados por el creciente
dominio de la humanidad sobre la naturaleza han sido compartidas cada vez m‡s
por grupos cada vez m‡s grandes de personas que adoptan una gran cantidad de
ideolog’as, la respuesta m‡s consistente del 'orden pro-natural' encontr—
encarnaci—n pol’tica en la derecha radical ". 67Este es el hilo conductor que une
manifestaciones meramente conservadoras o incluso supuestamente apol’ticas del
ambientalismo con la variedad francamente fascista.
El registro hist—rico
cree, sin duda, la afirmaci—n vac’a de que "aquellos que quieren reformar
la sociedad de acuerdo con la naturaleza no son ni izquierdos ni derechos, sino
de mentalidad ecol—gica". 68 Los
temas ambientales se pueden movilizar desde la izquierda o desde la derecha, de
hecho requieren un contexto
social expl’cito para tener alguna valencia pol’tica. La "ecolog’a"
por s’ sola no prescribe una pol’tica; debe ser interpretado, mediado a travŽs
de alguna teor’a de la sociedad para adquirir un significado pol’tico. La falta
de atenci—n a esta interrelaci—n mediada entre lo social y lo ecol—gico es el
sello distintivo de la ecolog’a reaccionaria.
Como
se se–al— anteriormente, este fracaso generalmente toma la forma de un llamado
a "reformar la sociedad de acuerdo con la naturaleza", es decir,
formular alguna versi—n del "orden natural" o "ley natural"
y presentarle las necesidades y acciones humanas. Como consecuencia, los
procesos sociales subyacentes y las estructuras sociales que constituyen y dan
forma a las relaciones de las personas con su entorno no se examinan. Tal
ignorancia deliberada, a su vez, oscurece las formas en que todas las
concepciones de la naturaleza se producen socialmente, y deja las estructuras
de poder sin cuestionar, mientras que simult‡neamente les proporciona un estado
aparentemente 'ordenado naturalmente'. As’, la sustituci—n del ecomisticismo
por una investigaci—n social- ecol—gica clara tiene repercusiones pol’ticas
catastr—ficas, a medida que la complejidad de la dialŽctica sociedad-naturaleza
se derrumba en una Unidad purificada. Un "orden natural"
ideol—gicamente cargado no deja margen para el compromiso; Sus afirmaciones son
absolutas.
Por
todas estas razones, el lema presentado por muchos Verdes contempor‡neos,
"No somos ni derechos ni izquierdos, sino adelantados", es
hist—ricamente ingenuo y pol’ticamente fatal. El proyecto necesario de crear
una pol’tica ecol—gica emancipadora exige una aguda conciencia y comprensi—n
del legado del ecofascismo cl‡sico y sus continuidades conceptuales con el
discurso ambiental actual. Una orientaci—n 'ecol—gica' sola, fuera de un marco
social cr’tico, es peligrosamente inestable. El registro de la ecolog’a
fascista muestra que, bajo las condiciones adecuadas, tal orientaci—n puede
conducir r‡pidamente a la barbarie.