ÒEcolog’a FascistaÓ por Peter Staudenmaier

"Reconocemos que separar a la humanidad de la naturaleza, de toda la vida, conduce a la propia destrucci—n de la humanidad y a la muerte de las naciones. Solo a travŽs de una reintegraci—n de la humanidad en la naturaleza, nuestra gente puede fortalecerse. Esa es la punto fundamental de las tareas biol—gicas de nuestra Žpoca. La humanidad por s’ sola ya no es el foco del pensamiento, sino m‡s bien la vida como un todo ... Esto se esfuerza por conectarse con la totalidad de la vida, con la naturaleza misma, una naturaleza en la que nacemos , este es el significado m‡s profundo y la verdadera esencia del pensamiento nacionalsocialista ". 1

En nuestro af‡n de condenar el statu quo, los radicales a menudo se lanzan descuidadamente sobre ep’tetos como "fascista" y "ecofascista", contribuyendo as’ a una especie de inflaci—n conceptual que de ninguna manera fomenta una cr’tica social efectiva. En tal situaci—n, es f‡cil pasar por alto el hecho de que todav’a hay cepas virulentas de fascismo en nuestra cultura pol’tica que, aunque marginales, demandan nuestra atenci—n. Una de las cepas menos reconocidas o entendidas es el fen—meno que uno podr’a llamar "ecofascismo realmente existente", es decir, la preocupaci—n de los movimientos autŽnticamente fascistas con preocupaciones ecologistas. Para comprender la peculiar intensidad y resistencia de esta afiliaci—n, har’amos bien en examinar m‡s de cerca su encarnaci—n hist—rica m‡s notoria, el llamado "ala verde" del nacionalsocialismo alem‡n.

A pesar de un extenso registro documental, el tema sigue siendo dif’cil de alcanzar, subestimado por los historiadores profesionales y activistas ambientales por igual. En los pa’ses de habla inglesa, as’ como en la propia Alemania, la existencia misma de un "ala verde" en el movimiento nazi, y mucho menos su inspiraci—n, objetivos y consecuencias, aœn no se ha investigado y analizado adecuadamente. La mayor’a de las pocas interpretaciones disponibles sucumben a una alarmante afinidad intelectual con su tema " 2 o una negativa ingenua a examinar el alcance total de la" superposici—n ideol—gica entre la conservaci—n de la naturaleza y el nacionalsocialismo ". 3 Este art’culo presenta una breve y necesariamente resumen esquem‡tico de los componentes ecol—gicos del nazismo, enfatizando tanto su papel central en la ideolog’a nazi como su implementaci—n pr‡ctica durante el Tercer Reich. Una encuesta preliminar de los precursores del ecofascismo cl‡sico de los siglos XIX y XX deber’a servir para iluminar los fundamentos conceptuales comunes a todas las formas de ecolog’a reaccionaria

Dos aclaraciones iniciales est‡n en orden. Primero, los tŽrminos "ambiental" y "ecol—gico" se usan aqu’ m‡s o menos indistintamente para denotar ideas, actitudes y pr‡cticas comœnmente asociadas con el movimiento ambiental contempor‡neo. Esto no es un anacronismo; simplemente indica un enfoque interpretativo que resalta las conexiones con las preocupaciones actuales. En segundo lugar, este enfoque no pretende respaldar la noci—n hist—ricamente desacreditada de que los datos hist—ricos anteriores a 1933 pueden o deben leerse como "que conducen inexorablemente" a la calamidad nazi. M‡s bien, nuestra preocupaci—n aqu’ es discernir las continuidades ideol—gicas y rastrear las genealog’as pol’ticas, en un intento por comprender el pasado a la luz de nuestra situaci—n actual, para hacer que la historia sea relevante para la actual crisis social y ecol—gica.

 

Las ra’ces de la m’stica de la sangre y el suelo  El "ala verde" del partido nazi y sus  antecedentes hist—ricos

 

    Alemania no es solo el lugar de nacimiento de la ciencia de la ecolog’a y el lugar de ascenso de la pol’tica verde; TambiŽn ha sido el hogar de una s’ntesis peculiar de naturalismo y nacionalismo forjada bajo la influencia del irracionalismo anti-Ilustraci—n de la tradici—n rom‡ntica. Dos figuras del siglo XIX ejemplifican esta ominosa conjunci—n: Ernst Moritz Arndt y Wilhelm Heinrich Riehl.

Aunque es mejor conocido en Alemania por su nacionalismo fan‡tico, Arndt tambiŽn se dedic— a la causa del campesinado, lo que lo llev— a preocuparse por el bienestar de la tierra. Los historiadores del ambientalismo alem‡n lo mencionan como el primer ejemplo de pensamiento 'ecol—gico' en el sentido moderno. 4 Su notable art’culo de 1815 sobre el cuidado y la conservaci—n de los bosques, escrito en los albores de la industrializaci—n en Europa Central, critica la explotaci—n miope de los bosques y el suelo, condenando la deforestaci—n y sus causas econ—micas. A veces escribi— en tŽrminos sorprendentemente similares a los del biocentrismo contempor‡neo: "Cuando uno ve la naturaleza en una conexi—n e interrelaci—n necesarias, entonces todas las cosas son igualmente importantes: arbusto, gusano, planta, humano, piedra, nada primero o œltimo, pero todos una sola unidad ". 5 5

El ambientalismo de Arndt, sin embargo, estaba inextricablemente ligado al nacionalismo virulentamente xen—fobo. Sus llamamientos elocuentes y profŽticos para la sensibilidad ecol—gica se expresaron siempre en tŽrminos del bienestar del suelo alem‡n y del pueblo alem‡n , y sus reiteradas polŽmicas lun‡ticas contra el mestizaje, demandas de pureza racial teut—nica y ep’tetos contra los franceses, eslavos y Los jud’os marcaron cada aspecto de su pensamiento. Al comienzo del siglo XIX, la conexi—n mortal entre el amor a la tierra y el nacionalismo racista militante se estableci— firmemente.

Riehl, un estudiante de Arndt, desarroll— aœn m‡s esta siniestra tradici—n. En algunos aspectos, su racha "verde" fue significativamente m‡s profunda que la de Arndt; Presagiando ciertas tendencias en el activismo ambiental reciente, su ensayo de 1853 Field and Forest termin— con un llamado a luchar por "los derechos de la naturaleza salvaje". Pero incluso aqu’ el pathos nacionalista marc— la pauta: "Debemos salvar el bosque, no solo para que nuestros hornos no se enfr’en en invierno, sino tambiŽn para que el pulso de la vida de la gente continœe latiendo c‡lida y alegremente, para que Alemania sigue siendo alem‡n ". 6 Riehl fue un oponente implacable al auge del industrialismo y la urbanizaci—n; Su glorificaci—n abiertamente antisemita de los valores de los campesinos rurales y la condena indiferenciada de la modernidad lo establecieron como el "fundador del romanticismo agrario y el anti-urbanismo". 7 7

Estas dos œltimas fijaciones maduraron en la segunda mitad del siglo XIX en el contexto del movimiento všlkisch , una poderosa disposici—n cultural y tendencia social que un’a el populismo etnocŽntrico con el misticismo de la naturaleza. En el coraz—n de la tentaci—n všlkisch hab’a una respuesta patol—gica a la modernidad. Ante las dislocaciones muy reales provocadas por el triunfo del capitalismo industrial y la unificaci—n nacional, los pensadores všlkisch predicaron un retorno a la tierra, a la simplicidad y la integridad de una vida en sinton’a con la pureza de la naturaleza. La efusividad m’stica de este utopismo pervertido se correspond’a con su vulgaridad pol’tica. Mientras que "el movimiento Všlkisch aspiraba a reconstruir la sociedad que fue sancionada por la historia, arraigada en la naturaleza y en comuni—n con el esp’ritu de la vida c—smica" 8 , se neg— deliberadamente a ubicar las fuentes de alienaci—n, desarraigo y destrucci—n del medio ambiente en las estructuras sociales. la culpa, en cambio, es el racionalismo, el cosmopolitismo y la civilizaci—n urbana. El sustituto de todo esto fue el antiguo objeto del odio campesino y el resentimiento de la clase media: los jud’os. "Los alemanes estaban buscando una misteriosa totalidad que los restaurara a la felicidad primitiva, destruyendo el medio hostil de la civilizaci—n industrial urbana que la conspiraci—n jud’a les hab’a impuesto". 9 9

Reformulando el antisemitismo alem‡n tradicional en tŽrminos amigables con la naturaleza, el movimiento všlkisch llev— una amalgama vol‡til de prejuicios culturales del siglo XIX, obsesiones rom‡nticas con la pureza y el sentimiento anti-Ilustraci—n en el discurso pol’tico del siglo XX. El surgimiento de la ecolog’a moderna forj— el eslab—n final en la fat’dica cadena que un’a el nacionalismo agresivo, el racismo cargado de m’stica y las predilecciones ecologistas. En 1867, el zo—logo alem‡n Ernst Haeckel acu–— el tŽrmino "ecolog’a" y comenz— a establecerlo como una disciplina cient’fica dedicada al estudio de las interacciones entre el organismo y el medio ambiente. Haeckel tambiŽn fue el principal divulgador de Darwin y la teor’a evolutiva para el mundo de habla alemana, y desarroll— un tipo peculiar de filosof’a social darwinista que llam— "monismo". La Liga Monista alemana que fund— combin— el holismo ecol—gico con base cient’fica con puntos de vista sociales všlkisch . Haeckel cre’a en la superioridad racial n—rdica, se opon’a enŽrgicamente a la mezcla racial y apoyaba con entusiasmo la eugenesia racial. Su ferviente nacionalismo se volvi— fan‡tico con el inicio de la Primera Guerra Mundial, y fulmin— en tonos antisemitas contra la Repœblica del Consejo de posguerra en Baviera.

De esta manera, "Haeckel contribuy— a esa variedad especial de pensamiento alem‡n que sirvi— como semillero para el nacionalsocialismo. Se convirti— en uno de los principales ide—logos de Alemania para el racismo, el nacionalismo y el imperialismo". 10 Cerca del final de su vida se uni— a la Sociedad Thule, "una organizaci—n secreta, radicalmente de derecha, que desempe–— un papel clave en el establecimiento del movimiento nazi". 11 Pero aqu’ est‡n en juego m‡s que meras continuidades personales. El pionero de la ecolog’a cient’fica, junto con sus disc’pulos Willibald Hentschel, Wilhelm Bšlsche y Bruno Wille, moldearon profundamente el pensamiento de las generaciones posteriores de ecologistas al incorporar la preocupaci—n por el mundo natural en una red de temas sociales regresivos. Desde sus inicios, entonces, la ecolog’a estuvo ligada a un marco pol’tico intensamente reaccionario.

Los contornos espec’ficos de este matrimonio temprano de ecolog’a y puntos de vista sociales autoritarios son muy instructivos. En el centro de este complejo ideol—gico est‡ la aplicaci—n directa e inmediata de categor’as biol—gicas al ‡mbito social. Haeckel sostuvo que "la civilizaci—n y la vida de las naciones se rigen por las mismas leyes que prevalecen en la naturaleza y la vida org‡nica". 12 Esta noci—n de "leyes naturales" u "orden natural" ha sido durante mucho tiempo un pilar del pensamiento ambiental reaccionario. Su concomitante es el antihumanismo:

Por lo tanto, para los monistas, quiz‡s la caracter’stica m‡s perniciosa de la civilizaci—n burguesa europea era la importancia inflada que atribu’a a la idea del hombre en general, a su existencia y a sus talentos, y a la creencia de que a travŽs de sus facultades racionales œnicas el hombre pod’a esencialmente recrea el mundo y crea un orden social universalmente m‡s armonioso y Žticamente justo. [La humanidad era] una criatura insignificante cuando se la ve’a como parte de la inmensidad del cosmos y las fuerzas abrumadoras de la naturaleza y se la med’a contra ella. 13

Otros monistas extendieron este Žnfasis anti humanista y lo mezclaron con los motivos tradicionales de všlkisch del anti industrialismo indiscriminado y el anti urbanismo, as’ como el racismo pseudocient’fico recientemente emergente. La pieza clave, una vez m‡s, fue la fusi—n de categor’as biol—gicas y sociales. El bi—logo Raoul FrancŽ, miembro fundador de la Liga Monista, elabor— las llamadas " Lebensgesetze ", "leyes de la vida" a travŽs de las cuales el orden natural determina el orden social. Se opuso a la mezcla racial, por ejemplo, como "antinatural". FrancŽ es aclamado por los ecofascistas contempor‡neos como un "pionero del movimiento ecol—gico". 14

El colega de FrancŽ, Ludwig Woltmann, otro estudiante de Haeckel, insisti— en una interpretaci—n biol—gica para todos los fen—menos sociales, desde las actitudes culturales hasta los arreglos econ—micos. Hizo hincapiŽ en la supuesta conexi—n entre la pureza ambiental y la pureza 'racial': "Woltmann adopt— una actitud negativa hacia el industrialismo moderno. Afirm— que el cambio de una sociedad agraria a una sociedad industrial hab’a acelerado el declive de la raza. En contraste con la naturaleza, que engendr— las formas arm—nicas del germanismo, exist’an las grandes ciudades, diab—licas e inorg‡nicas, destruyendo las virtudes de la raza ". 15

As’, en los primeros a–os del siglo XX, cierto tipo de argumentaci—n "ecol—gica", saturada de contenido pol’tico de derecha, hab’a alcanzado una cierta respetabilidad dentro de la cultura pol’tica de Alemania. Durante el turbulento per’odo que rodea la Primera Guerra Mundial, la mezcla de fanatismo etnocŽntrico, el rechazo regresivo de la modernidad y la preocupaci—n ambiental genuina result— ser una poci—n muy potente.

 

El movimiento juvenil y la era de Weimar

 

El principal veh’culo para llevar esta constelaci—n ideol—gica a la fama fue el movimiento juvenil, un fen—meno amorfo que jug— un papel decisivo pero muy ambivalente en la configuraci—n de la        cultura popular alemana durante las primeras tres tumultuosas dŽcadas de este siglo. TambiŽn conocido como Wandervšgel (que se traduce aproximadamente como 'esp’ritus libres errantes'), el movimiento juvenil era una mezcolanza de elementos contraculturales, que combinaba el neo- romanticismo, las filosof’as orientales, el misticismo de la naturaleza, la hostilidad hacia la raz—n y un fuerte impulso comunitario en una bœsqueda confusa pero no menos ardiente de relaciones sociales autŽnticas, no enajenadas. Su Žnfasis en el regreso a la tierra gener— una sensibilidad apasionada por el mundo natural y el da–o que sufri—. Se los ha calificado adecuadamente como `` hippies de derecha '', porque aunque algunos sectores del movimiento gravitaron hacia diversas formas de pol’tica emancipadora (aunque generalmente arrojaron sus trampas ecologistas en el proceso), la mayor’a de los Wandervšgel fueron finalmente absorbidos por los nazis. Vale la pena examinar este cambio del culto a la naturaleza al culto al FŸhrer.

Los diversos sectores del movimiento juvenil compartieron una autoconcepci—n comœn: fueron una supuesta respuesta 'no pol’tica' a una profunda crisis cultural, enfatizando la primac’a de la experiencia emocional directa sobre la cr’tica social y la acci—n. Empujaron las contradicciones de su tiempo hasta el punto de ruptura, pero no pudieron o no quisieron dar el paso final hacia una rebeli—n social organizada y enfocada, "convencidos de que los cambios que quer’an lograr en la sociedad no pod’an lograrse por medios pol’ticos, pero solo por la mejora del individuo ". 16 Esto result— ser un error fatal. "Hablando en tŽrminos generales, se les abrieron dos formas de revuelta: podr’an haber seguido su cr’tica radical de la sociedad, que a su debido tiempo los habr’a llevado al campo de la revoluci—n social. [Pero] el Wandervšgel eligi— la otra forma de protesta contra sociedad - romanticismo ". 17

Esta postura se prestaba demasiado f‡cilmente a un tipo muy diferente de movilizaci—n pol’tica: el fanatismo "no pol’tico" del fascismo. El movimiento juvenil no simplemente fall— en su forma de protesta elegida, sino que fue realineado activamente cuando sus miembros se acercaron a los nazis por miles. Sus energ’as contraculturales y sus sue–os de armon’a con la naturaleza dieron el fruto m‡s amargo. Esta es, quiz‡s, la trayectoria inevitable de cualquier movimiento que reconozca y se oponga a los problemas sociales y ecol—gicos, pero que no reconozca sus ra’ces sistŽmicas ni se resista activamente a las estructuras pol’ticas y econ—micas que los generan. Evitando la transformaci—n social en favor del cambio personal, una desafecci—n aparentemente apol’tica puede, en tiempos de crisis, producir resultados b‡rbaros.

La atracci—n que tales perspectivas ejercieron sobre la juventud idealista es clara: la magnitud de la crisis parec’a imponer un rechazo total de sus causas aparentes. Es en la forma espec’fica de este rechazo donde reside el peligro. Aqu’ el trabajo de varias mentes te—ricas m‡s de la Žpoca es instructivo. El fil—sofo Ludwig Klages influy— profundamente en el movimiento juvenil y particularmente molde— su conciencia ecol—gica. Es autor de un ensayo tremendamente importante titulado "El hombre y la tierra" para la legendaria reuni—n de Meissner del Wandervšgel en 1913. 18 Un texto extraordinariamente conmovedor y el m‡s conocido de todos los trabajos de Klages, no es solo "uno de los mayores manifiestos de el movimiento eco pacifista radical en Alemania ", 19 pero tambiŽn un ejemplo cl‡sico de la terminolog’a seductora de la ecolog’a reaccionaria.

"Hombre y Tierra" anticip— casi todos los temas del movimiento ecol—gico contempor‡neo. Denunci— la extinci—n acelerada de especies, la alteraci—n del equilibrio eco sistŽmico global, la deforestaci—n, la destrucci—n de los pueblos abor’genes y los h‡bitats salvajes, la expansi—n urbana y la creciente alienaci—n de las personas de la naturaleza. En tŽrminos enf‡ticos, menospreciaba el cristianismo, el capitalismo, el utilitarismo econ—mico, el hiperconsumo y la ideolog’a del "progreso". Incluso conden— la destructividad ambiental del turismo desenfrenado y la matanza de ballenas, y mostr— un claro reconocimiento del planeta como una totalidad ecol—gica. ÁTodo esto en 1913!

Puede ser una sorpresa, entonces, saber que Klages fue durante toda su vida pol’ticamente conservador y un antisemita venenoso. Un historiador lo califica de "fan‡tico všlkisch" y otro lo considera simplemente "un marcapasos intelectual para el Tercer Reich" que "allan— el camino para la filosof’a fascista en muchos aspectos importantes". 20 En "El hombre y la tierra", una verdadera indignaci—n ante la devastaci—n del medio ambiente natural se combina con un subtexto pol’tico de desesperaci—n cultural. 21 El diagn—stico de Klages de los males de la sociedad moderna, a pesar de todas sus declaraciones sobre el capitalismo, vuelve siempre a un solo culpable: "Geist". Su uso idiosincr‡sico de este tŽrmino, que significa mente o intelecto, ten’a la intenci—n de denunciar no solo el hiperracionalismo o la raz—n instrumental, sino el pensamiento racional mismo. Tal acusaci—n general de la raz—n no puede evitar tener implicaciones pol’ticas salvajes. Se excluye cualquier posibilidad de reconstruir racionalmente la relaci—n de la sociedad con la naturaleza y justifica el autoritarismo m‡s brutal. Pero las lecciones de la vida y el trabajo de Klages han sido dif’ciles de aprender para los ecologistas. En 1980, "El hombre y la tierra" se volvi— a publicar como un tratado importante y seminal para acompa–ar el nacimiento de los verdes alemanes.

Otro fil—sofo y cr’tico severo de la Ilustraci—n que ayud— a salvar el fascismo y el ambientalismo fue Martin Heidegger. Un pensador mucho m‡s reconocido que Klages, Heidegger predic— el "Ser autŽntico" y critic— duramente la tecnolog’a moderna, y por lo tanto es a menudo celebrado como un precursor del pensamiento ecol—gico. Sobre la base de su cr’tica de la tecnolog’a y el rechazo del humanismo, los ecologistas profundos contempor‡neos han elevado a Heidegger a su pante—n de eco-hŽroes:

La cr’tica de Heidegger al humanismo antropocŽntrico, su llamado a la humanidad a aprender a "dejar que las cosas sean", su noci—n de que la humanidad est‡ involucrada en un "juego" o "danza" con la tierra, el cielo y los dioses, su meditaci—n sobre la posibilidad de un autŽntico modo de "morar" en la tierra, su queja de que la tecnolog’a industrial est‡ destruyendo la tierra, su Žnfasis en la importancia del lugar local y la "patria", su afirmaci—n de que la humanidad deber’a proteger y preservar las cosas, en lugar de dominarlas. Todos estos aspectos del pensamiento de Heidegger ayudan a respaldar la afirmaci—n de que es un importante te—rico ecol—gico profundo. 22

Tales derrames son, en el mejor de los casos, peligrosamente ingenuos. Sugieren un estilo de pensamiento completamente ajeno a la historia de las apropiaciones fascistas de todos los elementos que el pasaje citado alaba en Heidegger. (Para su crŽdito, el autor de las l’neas anteriores, un importante te—rico ecol—gico profundo por derecho propio, desde entonces ha cambiado su posici—n e inst— elocuentemente a sus colegas a hacer lo mismo.) 23 En cuanto al fil—sofo del Ser mismo, Žl estaba ... - a diferencia de Klages, que vivi— en Suiza despuŽs de 1915 - un miembro activo del partido nazi y durante un tiempo con entusiasmo, incluso apoy— con adoraci—n al FŸhrer . Sus paneg’ricos m’sticos para Heimat (patria) se complementaron con un profundo antisemitismo, y sus costados expresados metaf’sicamente contra la tecnolog’a y la modernidad convergieron perfectamente con la demagogia populista. Aunque vivi— y ense–— durante treinta a–os despuŽs de la ca’da del Tercer Reich, Heidegger nunca una vez se arrepinti— pœblicamente, mucho menos renunci—, su participaci—n en el nacionalsocialismo, ni siquiera conden— sus cr’menes. Su trabajo, cualesquiera que sean sus mŽritos filos—ficos, se erige hoy como una se–al de advertencia sobre los usos pol’ticos del antihumanismo en el atuendo ecol—gico.

Adem‡s del movimiento juvenil y las filosof’as protofascistas, hubo, por supuesto, esfuerzos pr‡cticos para proteger los h‡bitats naturales durante el per’odo de Weimar. Muchos de estos proyectos estuvieron profundamente implicados en la ideolog’a que culmin— con la victoria de 'Blood and Soil'. Un lanzamiento de reclutamiento de 1923 para un equipo de preservaci—n de bosques da una idea de la ret—rica ambiental de la Žpoca:

"En cada seno alem‡n, el bosque alem‡n tiembla con sus cavernas y barrancos, riscos y rocas, aguas y vientos, leyendas y cuentos de hadas, con sus canciones y sus melod’as, y despierta un poderoso anhelo y un anhelo de hogar; en todas las almas alemanas. El bosque alem‡n vive y teje con su profundidad y amplitud, su quietud y fuerza, su fuerza y dignidad, sus riquezas y su belleza: es la fuente de la interioridad alemana, del alma alemana, de la libertad alemana. por el bosque alem‡n por el bien de los ancianos y los j—venes, y œnete a la nueva "Liga alemana para la protecci—n y la consagraci—n del bosque alem‡n" 24.

La repetici—n en mantra de la palabra "alem‡n" y la representaci—n m’stica del bosque sagrado fusionan, una vez m‡s, el nacionalismo y el naturalismo. Este entrelazamiento adquiri— un significado espeluznante con el colapso de la repœblica de Weimar. Junto a grupos de conservaci—n relativamente inocuos, crec’a otra organizaci—n que ofrec’a a estas ideas un hogar hospitalario: el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes, conocido por sus siglas

NSDAP. Bas‡ndose en la herencia de Arndt, Riehl, Haeckel y otros (todos honrados entre 1933 y 1945 como antepasados del triunfante nacionalsocialismo), la incorporaci—n del movimiento nazi de temas ecologistas fue un factor crucial en su ascenso a la popularidad y al poder estatal. .

 

La naturaleza en la ideolog’a nacionalsocialista

 

Las ideas ecol—gicas reaccionarias cuyos contornos se bosquejan arriba ejercieron una influencia poderosa y duradera en muchas de las figuras centrales del NSDAP. La cultura de Weimar, despuŽs de todo, estaba bastante inundada de tales teor’as, pero los nazis les dieron una inflexi—n

peculiar. La "religi—n de la naturaleza" nacionalsocialista, como lo describi— un historiador, era una mezcla vol‡til de misticismo primitivo teut—nico, ecolog’a pseudocient’fica, antihumanismo irracionalista y una mitolog’a de la salvaci—n racial a travŽs del retorno a la tierra. Sus temas predominantes fueron 'orden natural', holismo organicista y denigraci—n de la humanidad: "A lo largo de los escritos, no solo de Hitler, sino de la mayor’a de los ide—logos nazis, se puede discernir una depreciaci—n fundamental de los humanos frente a lanaturaleza y, como un corolario l—gico de esto, un ataque a los esfuerzos humanos para dominar la naturaleza ". 25 Citando a un educador nazi, la misma fuente continœa: "los puntos de vista antropocŽntricos en general tuvieron que ser rechazados. Ser’an v‡lidos solo" si se supone que la naturaleza ha sido creada solo para el hombre. Rechazamos decisivamente esta actitud. Segœn nuestra concepci—n de la naturaleza, el hombre es un eslab—n en la cadena viva de la naturaleza como cualquier otro organismo ". 26

Tales argumentos tienen una moneda escalofriante dentro del discurso ecol—gico contempor‡neo: la clave para la armon’a socio ecol—gica es determinar "las leyes eternas de los procesos de la naturaleza" (Hitler) y organizar a la sociedad para que se corresponda con ellos. Al FŸhrer le gustaba especialmente destacar la "impotencia de la humanidad ante la ley eterna de la naturaleza". 27 HaciŽndose eco de Haeckel y los monistas, ÒMein KampfÓ anuncia: "Cuando las personas intentan rebelarse contra la l—gica de hierro de la naturaleza, entran en conflicto con los mismos principios a los que deben su existencia como seres humanos. Sus acciones contra la naturaleza deben conducir a su propia ca’da ". 28

Las implicaciones autoritarias de esta visi—n de la humanidad y la naturaleza se hacen aœn m‡s claras en el contexto del Žnfasis de los nazis en el holismo y el organicismo. En 1934, el director de la Agencia del Reich para la Protecci—n de la Naturaleza, Walter Schoenichen, estableci— los siguientes objetivos para los planes de estudio de biolog’a: "Muy temprano, los j—venes deben desarrollar una comprensi—n de la importancia c’vica del 'organismo', es decir, la coordinaci—n de todos partes y —rganos para el beneficio de la œnica y superior tarea de la vida ". 29 Esta adaptaci—n inmediata (ya familiar) de los conceptos biol—gicos a los fen—menos sociales sirvi— para justificar no solo el orden social totalitario del Tercer Reich sino tambiŽn la pol’tica expansionista de Lebensraum (el plan de conquistar el 'espacio vital' en Europa del Este para los alemanes personas). TambiŽn proporcion— el v’nculo entre la pureza ambiental y la pureza racial:

Dos temas centrales de la educaci—n en biolog’a siguen [segœn los nazis] desde la perspectiva hol’stica: protecci—n de la naturaleza y eugenesia. Si uno ve la naturaleza como un todo unificado, los estudiantes desarrollar‡n autom‡ticamente un sentido para la ecolog’a y la conservaci—n del medio ambiente. Al mismo tiempo, el concepto de protecci—n de la naturaleza dirigir‡ la atenci—n a la raza humana moderna urbanizada y 'sobrecivilizada'. 30

En muchas variedades de la visi—n del mundo nacionalsocialista, los temas ecol—gicos estaban vinculados con el romanticismo agrario tradicional y la hostilidad hacia la civilizaci—n urbana, todo girando en torno a la idea de arraigo en la naturaleza. Esta constelaci—n conceptual, especialmente la bœsqueda de una conexi—n perdida con la naturaleza, fue m‡s pronunciada entre los elementos neopaganos en el liderazgo nazi, sobre todo Heinrich Himmler, Alfred Rosenberg y Walther DarrŽ.  Rosenberg escribi— en su colosal El mito del siglo XX: "Hoy vemos el flujo constante del campo a la ciudad, mortal para el Volk . Las ciudades se hinchan cada vez m‡s, desconcertando al Volk (pueblo) y destruyendo los hilos que unen a la humanidad con la naturaleza; atraen a aventureros y especuladores de todos los colores, fomentando as’ el caos racial ". 31

Tales reflexiones, hay que destacar, no fueron meras ret—ricas; reflejaban creencias firmemente arraigadas y, de hecho, pr‡cticas en la parte superior de la jerarqu’a nazi que hoy se asocian

        convencionalmente con actitudes ecol—gicas. Hitler y Himmler eran vegetarianos estrictos y amantes de los animales, atra’dos por el misticismo de la naturaleza y las curas homeop‡ticas, y firmemente opuestos a la vivisecci—n y la crueldad hacia los animales. Himmler incluso estableci— granjas org‡nicas experimentales para cultivar hierbas con fines medicinales de las SS. Y Hitler, a veces, podr’a sonar como un verdadero ut—pico verde, discutiendo con autoridad y en detalle varias fuentes de energ’a renovable (incluida la energ’a hidroelŽctrica ambientalmente apropiada y produciendo gas natural a partir de lodos) como alternativas al carb—n, y declarando "agua, vientos y mareas" como El camino energŽtico del futuro. 32

Incluso en medio de la guerra, los l’deres nazis mantuvieron su compromiso con los ideales ecol—gicos que eran, para ellos, un elemento esencial del rejuvenecimiento racial. En diciembre de 1942, Himmler emiti— un decreto "Sobre el tratamiento de la tierra en los territorios orientales", en referencia a las partes recientemente anexadas de Polonia. Se lee en parte:

El campesino de nuestro grupo racial siempre se ha esforzado cuidadosamente por aumentar los poderes naturales del suelo, las plantas y los animales, y por preservar el equilibrio de toda la naturaleza. Para Žl, el respeto por la creaci—n divina es la medida de toda cultura. Por lo tanto, si los nuevos LebensrŠume (espacios de vida) se convertir‡n en una patria para nuestros colonos, la disposici—n planificada del paisaje para mantenerlo cerca de la naturaleza es un requisito previo decisivo. Es una de las bases para fortalecer el Volk alem‡n. 33

Este pasaje recapitula casi todos los tropos compuestos por la ideolog’a ecofascista cl‡sica: LebensrŠume, Heimat, la m’stica agraria, la salud del Volk , la cercan’a y el respeto por la naturaleza (expl’citamente construido como el est‡ndar contra el cual la sociedad debe ser juzgada), manteniendo equilibrio precario de la naturaleza y los poderes terrenales del suelo y sus

criaturas. Tales motivos eran cualquier cosa menos idiosincrasias personales por parte de Hitler, Himmler o Rosenberg; Incluso Gšring, que era, junto con Goebbels, el miembro del c’rculo interno nazi menos hospitalario para las ideas ecol—gicas, parec’a a veces ser un conservacionista comprometido. 34 Estas simpat’as tampoco se limitaron a los niveles superiores del partido. Un estudio de las listas de miembros de varias organizaciones tradicionales de la era de Weimar Naturschutz (protecci—n de la naturaleza) revel— que para 1939, el 60 por ciento de estos conservacionistas se hab’an unido al NSDAP (en comparaci—n con el 10 por ciento de los hombres adultos y el 25 por ciento de los maestros y abogados). 35 Claramente, las afinidades entre el ambientalismo y el nacionalsocialismo eran profundas.

A nivel de ideolog’a, entonces, los temas ecol—gicos desempe–aron un papel vital en el fascismo alem‡n. Sin embargo, ser’a un grave error tratar estos elementos como mera propaganda, desplegados de manera inteligente para enmascarar el verdadero car‡cter del nazismo como un monstruo tecnocr‡tico-industrial. La historia definitiva del anti-urbanismo alem‡n y el romanticismo agrario argumenta incisivamente en contra de este punto de vista:

Nada podr’a estar m‡s equivocado que suponer que la mayor’a de los principales ide—logos nacionalsocialistas fingieron c’nicamente un romanticismo agrario y hostilidad hacia la cultura urbana, sin ninguna convicci—n interna y con fines meramente electorales y de propaganda, para enga–ar al pœblico [. . . ] En realidad, la mayor’a de los principales ide—logos nacionalsocialistas estaban sin duda m‡s o menos inclinados al romanticismo agrario y al anti-urbanismo y convencidos de la necesidad de una relativa agrarizaci—n. 36

Sin embargo, la pregunta sigue siendo: Àhasta quŽ punto los nazis realmente implementaron pol’ticas ambientales durante el Reich de doce a–os? Hay pruebas contundentes de que la tendencia "ecol—gica" en el partido, aunque hoy se ignora en gran medida, tuvo un Žxito considerable durante la mayor parte del reinado del partido. Este "ala verde" del NSDAP fue representado sobre todo por Walther DarrŽ, Fritz Todt, Alwin Seifert y Rudolf Hess, las cuatro figuras que principalmente moldearon la ecolog’a fascista en la pr‡ctica.

Sangre y suelo como doctrina oficial "La unidad de sangre y tierra debe ser restaurada", proclam— Richard Walther DarrŽ en 1930. 37 Esta frase infame denota una conexi—n casi m’stica entre 'sangre' (la raza o Volk ) y 'tierra' (la tierra y el medio ambiente natural). ) espec’ficos de los pueblos germ‡nicos y ausentes, por ejemplo, entre celtas y eslavos. Para los entusiastas del Blut und Boden , los jud’os eran especialmente personas desarraigadas, errantes, incapaces de cualquier relaci—n verdadera con la tierra. La sangre alemana, en otras palabras, engendr— un reclamo exclusivo del sagrado suelo alem‡n. Si bien el tŽrmino "sangre y tierra" hab’a estado circulando en c’rculos všlkisch desde al menos la era de Wilhelmine, fue DarrŽ quien primero lo populariz— como un eslogan y luego lo consagr— como un principio rector del pensamiento nazi. Volviendo a Arndt y Riehl, imagin— una ruralizaci—n exhaustiva de Alemania y Europa, basada en un campesinado yeoman revitalizado, para garantizar la salud racial y la sostenibilidad ecol—gica.

DarrŽ fue uno de los principales "te—ricos de la raza" del partido y tambiŽn contribuy— a impulsar el apoyo campesino a los nazis durante el per’odo cr’tico de principios de la dŽcada de 1930. Desde 1933 hasta 1942 ocup— los cargos de L’der Campesino del Reich y Ministro de Agricultura. Este no fue un feudo menor; El ministerio de agricultura ten’a el cuarto presupuesto m‡s grande de todos los innumerables ministerios nazis incluso en la guerra. 38 Desde esta posici—n, DarrŽ pudo prestar un apoyo vital a varias iniciativas ecol—gicamente orientadas. Jug— un papel esencial en la unificaci—n de las nebulosas tendencias protoambientalistas en el nacionalsocialismo:

Fue DarrŽ quien dio a los sentimientos anti-civilizaci—n, anti-liberal, anti-modernos y latentes anti- urbanos mal definidos de la Žlite nazi una base en la m’stica agraria. Y parece que DarrŽ tuvo una inmensa influencia en la ideolog’a del nacionalsocialismo, como si fuera capaz de articular significativamente m‡s claramente que antes el sistema de valores de una sociedad agraria contenido en la ideolog’a nazi y, sobre todo, de legitimar esto. modelo agrario y dar a la pol’tica nazi un objetivo claramente orientado hacia una re-agrarianizaci—n de largo alcance. 39

Este objetivo no solo estaba en consonancia con la expansi—n imperialista en nombre de LebensrŠume , sino que era una de sus principales justificaciones, incluso motivaciones. En un lenguaje repleto de las met‡foras biol—gicas del organicismo, DarrŽ declar—: "El concepto de Sangre y Suelo nos da el derecho moral de recuperar tanta tierra en el Este como sea necesario para establecer una armon’a entre el cuerpo de nuestro Volk y el geopol’tico espacio." 40

Adem‡s de proporcionar camuflaje verde para la colonizaci—n de Europa del Este, DarrŽ trabaj— para instalar principios ambientalmente sensibles como la base de la pol’tica agr’cola del Tercer Reich. Incluso en sus fases m‡s productivistas, estos preceptos siguieron siendo emblem‡ticos de la doctrina nazi. Cuando se proclam— la "Batalla por la Producci—n" (un plan para impulsar la productividad del sector agr’cola) en el segundo Congreso de Agricultores del Reich en 1934, el primer punto del programa dec’a "ÁMantenga el suelo saludable!" Pero la innovaci—n m‡s importante de DarrŽ fue la introducci—n a gran escala de mŽtodos de agricultura org‡nica, etiquetados significativamente como "lebensgesetzliche Landbauweise", o la agricultura segœn las leyes de la vida. El tŽrmino se–ala una vez m‡s la ideolog’a del orden natural que subyace a tanto pensamiento ecol—gico reaccionario. El ’mpetu para estas medidas sin precedentes provino de la antroposof’a de Rudolf Steiner y sus tŽcnicas de cultivo biodin‡mico. 41

La campa–a para institucionalizar la agricultura org‡nica abarc— decenas de miles de peque–as propiedades y fincas en toda Alemania. Se encontr— con una resistencia considerable por parte de otros miembros de la jerarqu’a nazi, sobre todo Backe y Gšring. Pero DarrŽ, con la ayuda de Hess y otros, pudo mantener la pol’tica hasta su renuncia forzada en 1942 (un evento que tuvo poco que ver con sus inclinaciones ecologistas). Y estos esfuerzos en ningœn sentido representaban meramente las predilecciones personales de DarrŽ; Como se–ala la historia est‡ndar de la pol’tica agr’cola alemana, Hitler y Himmler "simpatizaban completamente con estas ideas". 42 Aœn as’, fue en gran medida la influencia de DarrŽ en el aparato nazi lo que produjo, en la pr‡ctica, un nivel de apoyo del gobierno para mŽtodos de cultivo ecol—gicamente racionales y planificaci—n del uso de la tierra sin igual por ningœn estado antes o despuŽs.

Por estas razones, DarrŽ a veces ha sido considerado como un precursor del movimiento verde contempor‡neo. Su bi—grafo, de hecho, una vez se refiri— a Žl como el "padre de los Verdes". 43 Su libro Blood and Soil, sin duda, la mejor fuente individual sobre DarrŽ, ya sea en alem‡n o en inglŽs, minimiza constantemente los elementos virulentamente fascistas en su pensamiento, retrat‡ndolo en cambio como un radical agrario equivocado. Este grave error de juicio indica la atracci—n poderosamente desorientadora de un aura "ecol—gica". Los escritos publicados por DarrŽ solos, que datan de principios de los a–os veinte, son suficientes para acusarlo como un ide—logo rabiosamente racista y jingo’sta particularmente propenso a un antisemitismo vulgar y odioso (habl— de los jud’os, reveladoramente, como "malas hierbas"). Su mandato de una dŽcada como sirviente leal y, adem‡s, arquitecto del estado nazi demuestra su dedicaci—n a la causa trastornada de Hitler. Una cuenta incluso afirma que fue DarrŽ quien convenci— a Hitler y Himmler de la necesidad de exterminar a los jud’os y los eslavos. 44Los aspectos ecol—gicos de su pensamiento no pueden, en suma, separarse de su marco completamente nazi. Lejos de encarnar las facetas 'redentoras' del nacionalsocialismo, DarrŽ representa el espectro sombr’o del ecofascismo en el poder.

 

Implementando el Programa Ecofascista

 

Con frecuencia se se–ala que los momentos agrarios y rom‡nticos en la ideolog’a y pol’tica nazi estaban en constante tensi—n con, si no en contradicci—n, con el impulso tecnocr‡tico-industrial de la r‡pida modernizaci—n del Tercer Reich. Lo que a menudo no se observa es que incluso estas tendencias de modernizaci—n ten’an un componente ecol—gico significativo. Los dos hombres principalmente responsables de mantener este compromiso ambientalista en medio de la industrializaci—n intensiva fueron el Reichsminister Fritz Todt y su ayudante, el ingeniero y planificador de alto nivel Alwin Seifert.

Todt era "uno de los nacionalsocialistas m‡s influyentes", 45directamente responsable de las cuestiones de pol’tica tecnol—gica e industrial. A su muerte en 1942, dirigi— tres ministerios diferentes a nivel de gabinete, adem‡s de la enorme Organizaci—n cuasi oficial Todt , y hab’a "reunido las principales tareas tŽcnicas del Reich en sus propias manos". 46Segœn su sucesor, Albert Speer, Todt "amaba la naturaleza" y "repetidamente tuvo serios enfrentamientos con Bormann, protestando contra su despojo del paisaje alrededor de Obersalzberg". 47 Otra fuente lo llama simplemente "un ec—logo". 48Esta reputaci—n se basa principalmente en los esfuerzos de Todt para hacer que la construcci—n de Autobahn, una de las empresas de construcci—n m‡s grandes emprendidas en este siglo, sea lo m‡s ambientalmente posible.

El historiador preeminente de la ingenier’a alemana describe este compromiso de la siguiente manera: "Todt exigi— al trabajo realizado de la tecnolog’a una armon’a con la naturaleza y con el paisaje, cumpliendo as’ los principios ecol—gicos modernos de ingenier’a, as’ como los principios 'organol—gicos' de su propia era junto con sus ra’ces en la ideolog’a všlkisch ". 49 Los aspectos ecol—gicos de este enfoque de la construcci—n fueron mucho m‡s all‡ del Žnfasis en la adaptaci—n armoniosa al entorno natural por razones estŽticas; Todt tambiŽn estableci— criterios estrictos para respetar los humedales, los bosques y las ‡reas ecol—gicamente sensibles. Pero al igual que con Arndt, Riehl y DarrŽ, estas preocupaciones ecologistas estaban inseparablemente vinculadas a

un všlkisch-la perspectiva nacionalista. Todt mismo expres— esta conexi—n sucintamente: "El cumplimiento de los prop—sitos de un mero transporte no es el objetivo final de la construcci—n de autopistas alemanas. La autopista alemana debe ser una expresi—n del paisaje que la rodea y una expresi—n de la esencia alemana". 50

El principal asesor y colaborador de Todt en temas ambientales fue su lugarteniente Alwin Seifert, a quien Todt habr’a llamado una vez "ecologista fan‡tico". 51 Seifert llevaba el t’tulo oficial de Reich Advocate for the Landscape, pero su apodo dentro del partido era "Mr. Mother Earth"(Sr. Madre Tierra). La denominaci—n era merecida; Seifert so–aba con una "conversi—n total de la tecnolog’a a la naturaleza" 52, y con frecuencia se mostraba l’rico sobre las maravillas de la naturaleza alemana y la tragedia del descuido de la "humanidad". Ya en 1934 le escribi— a Hess exigiendo atenci—n a los problemas del agua e invocando "mŽtodos de trabajo que est‡n m‡s en sinton’a con la naturaleza". 53Al cumplir con sus deberes oficiales, Seifert enfatiz— la importancia de la vida silvestre y se opuso enŽrgicamente al monocultivo, el drenaje de humedales y la agricultura qu’mica. Critic— a DarrŽ como demasiado moderado y "pidi— una revoluci—n agr’cola hacia 'un mŽtodo de agricultura m‡s natural, m‡s simple y m‡s campesino,' independiente del capital '". 54

Con la pol’tica tecnol—gica del Tercer Reich confiada a figuras como estas, incluso la construcci—n industrial masiva de los nazis adquiri— un tono distintivamente verde. La prominencia de la naturaleza en el trasfondo filos—fico del partido ayud— a garantizar que las iniciativas m‡s radicales a menudo recibieran una audiencia comprensiva en las oficinas m‡s altas del estado nazi. A mediados de los a–os treinta, Todt y Seifert presionaron enŽrgicamente por una Ley del Reich para la Protecci—n de la Madre Tierra que lo abarcara todo "para detener la pŽrdida constante de esta base insustituible de toda la vida". 55 Seifert informa que todos los ministerios estaban preparados para cooperar excepto uno; solo el ministro de econom’a se opuso al proyecto de ley debido a su impacto en la miner’a.

Pero incluso fallas cercanas como estas habr’an sido impensables sin el apoyo del canciller del Reich Rudolf Hess, quien proporcion— al "ala verde" del NSDAP un ancla segura en la parte superior de la jerarqu’a del partido. Ser’a dif’cil sobreestimar el poder y la centralidad de Hess en la compleja maquinaria gubernamental del rŽgimen nacionalsocialista. Se uni— al partido en 1920 como miembro # 16, y durante dos dŽcadas fue el devoto diputado personal de Hitler. Ha sido descrito como el "confidente m‡s cercano de Hitler", 56 y el propio FŸhrer se refiri— a Hess como su "asesor m‡s cercano". 57Hess no solo fue el l’der m‡s alto del partido y el segundo en la l’nea (despuŽs de Gšring) en suceder a Hitler; Adem‡s, toda la legislaci—n y cada decreto ten’an que pasar por su oficina antes de convertirse en ley.

Amante empedernido de la naturaleza y devoto Steinerite, Hess insisti— en una dieta estrictamente biodin‡mica, ni siquiera los rigurosos est‡ndares vegetarianos de Hitler eran lo suficientemente buenos para Žl, y acept— solo medicamentos homeop‡ticos. Fue Hess quien present— a DarrŽ a Hitler, asegurando as’ al "ala verde" su primera base de poder. Era un defensor aœn m‡s tenaz de la agricultura org‡nica que DarrŽ, y presion— a este œltimo para que tomara medidas m‡s demostrativas en apoyo de la lebensgesetzliche Landbauweise . 58 Su oficina tambiŽn era directamente responsable de la planificaci—n del uso de la tierra en todo el Reich, empleando a varios especialistas que compart’an el enfoque ecol—gico de Seifert. 59

Con el entusiasta respaldo de Hess, el "ala verde" logr— sus Žxitos m‡s notables. Ya en marzo de 1933, se aprob— e implement— una amplia gama de legislaci—n ambientalista a nivel nacional, regional y local. Estas medidas, que incluyeron programas de reforestaci—n, proyectos de ley que protegen especies animales y vegetales, y decretos conservacionistas que bloquean el desarrollo industrial, indudablemente "se ubicaron entre los m‡s progresistas del mundo en ese momento". Se dise–aron 60 ordenanzas de planificaci—n para la protecci—n del h‡bitat de la vida silvestre y al mismo tiempo exigieron respeto por el bosque sagrado alem‡n. El estado nazi tambiŽn cre— las primeras reservas naturales en Europa.

Junto con los esfuerzos de DarrŽ hacia la re-agrarianizaci—n y el apoyo a la agricultura org‡nica, as’ como los intentos de Todt y Seifert de institucionalizar una planificaci—n del uso del suelo y una pol’tica industrial ambientalmente sensibles, el mayor logro de los ecologistas nazis fue el Reichsnaturschutzgesetz de 1935. Esto fue completamente sin precedentes ". la ley de protecci—n de la naturaleza "no solo estableci— pautas para salvaguardar la flora, la fauna y los" monumentos naturales "en todo el Reich; TambiŽn restringi— el acceso comercial a los tramos restantes de desierto. Adem‡s, la ordenanza integral "requer’a que todos los funcionarios nacionales, estatales y locales consultaran con las autoridades de Naturschutz de manera oportuna antes de emprender cualquier medida que produjera alteraciones fundamentales en el campo". 61

Aunque la efectividad de la legislaci—n era cuestionable, los ambientalistas alemanes tradicionales estaban encantados con su aprobaci—n. Walter Schoenichen lo declar— el "cumplimiento definitivo de los anhelos rom‡nticos všlkisch", 62 y Hans Klose, el sucesor de Schoenichen como jefe de la Agencia del Reich para la Protecci—n de la Naturaleza, describi— la pol’tica ambiental nazi como el "punto culminante de la protecci—n de la naturaleza" en Alemania. Quiz‡s el mayor Žxito de estas medidas fue facilitar el "realineamiento intelectual de Naturschutz alem‡n" y la integraci—n del ambientalismo convencional en la empresa nazi. 63

Si bien los logros del "ala verde" fueron desalentadores, no deben exagerarse. Las iniciativas ecol—gicas eran, por supuesto, apenas universalmente populares dentro del partido. Goebbels, Bormann y Heydrich, por ejemplo, se opusieron implacablemente a ellos, y consideraron a DarrŽ, Hess y sus compa–eros so–adores poco confiables, excŽntricos o simplemente riesgos de seguridad. Esta œltima sospecha pareci— ser confirmada por el famoso vuelo de Hess a Gran Breta–a en 1941; despuŽs de ese punto, la tendencia ambientalista fue en su mayor parte suprimida. Todt muri— en un accidente aŽreo en febrero de 1942, y poco despuŽs DarrŽ fue despojado de todos sus puestos. Durante los œltimos tres a–os de la conflagraci—n nazi, el "ala verde" no jug— ningœn papel activo. Su trabajo, sin embargo, hac’a tiempo que hab’a dejado una mancha indeleble.

 

Ecolog’a Fascista en Contexto

 

Para hacer que este an‡lisis desalentador y molesto sea m‡s aceptable, es tentador sacar precisamente la conclusi—n equivocada, es decir, que incluso las empresas pol’ticas m‡s reprensibles a veces producen resultados loables. Pero la verdadera lecci—n aqu’ es todo lo contrario: incluso las causas m‡s loables pueden pervertirse e instrumentalizarse al servicio del salvajismo criminal. El "ala verde" del NSDAP no era un grupo de inocentes, idealistas confundidos y manipulados, o reformadores desde adentro; fueron promotores y ejecutores conscientes de un vil programa expl’citamente dedicado a la violencia racista inhumana, la represi—n pol’tica masiva y la dominaci—n militar mundial. Sus implicaciones "ecol—gicas", lejos de compensar estos compromisos fundamentales, los profundizaron y radicalizaron. En el final, su configuraci—n de pol’tica ambiental fue directa y sustancialmente responsable del asesinato masivo organizado.

Ningœn aspecto del proyecto nazi puede entenderse adecuadamente sin examinar su implicaci—n en el holocausto. Aqu’, tambiŽn, los argumentos ecol—gicos desempe–aron un papel crucialmente malŽvolo. El "ala verde" no solo restaur— el antisemitismo sangu’neo de la ecolog’a reaccionaria tradicional; cataliz— un estallido completamente nuevo de fantasiosas fantas’as racistas de inviolabilidad org‡nica y venganza pol’tica. La confluencia del dogma anti humanista con una fetichizaci—n de la 'pureza' natural proporcion— no solo una justificaci—n sino un incentivo para los cr’menes m‡s atroces del Tercer Reich. Su atractivo insidioso desencaden— energ’as asesinas previamente sin explotar. Finalmente, el desplazamiento de cualquier an‡lisis social de destrucci—n ambiental a favor de la ecolog’a m’stica sirvi— como un componente integral en la preparaci—n de la soluci—n final:

Explicar la destrucci—n del campo y el da–o ambiental, sin cuestionar el v’nculo del pueblo alem‡n con la naturaleza, solo podr’a hacerse sin analizar el da–o ambiental en un contexto social y neg‡ndose a entenderlos como una expresi—n de intereses sociales en conflicto. Si se hubiera hecho esto, habr’a llevado a la cr’tica del nacionalsocialismo en s’ mismo, ya que no era inmune a tales fuerzas. Una soluci—n fue asociar tales problemas ambientales con la influencia destructiva de otras razas. Se podr’a ver que el nacionalsocialismo lucha por la eliminaci—n de otras razas para permitir que la comprensi—n y el sentimiento innato de la naturaleza del pueblo alem‡n se afirmen, asegurando as’ una vida arm—nica cercana a la naturaleza para el futuro. 64

Este es el verdadero legado del ecofascismo en el poder: "el genocidio se convirti— en una necesidad bajo el manto de la protecci—n del medio ambiente". 65

***

La experiencia del "ala verde" del fascismo alem‡n es un recordatorio aleccionador de la volatilidad pol’tica de la ecolog’a. Ciertamente no indica ninguna conexi—n inherente o inevitable entre los problemas ecol—gicos y la pol’tica de derecha; Junto con la tradici—n reaccionaria estudiada aqu’, siempre ha habido una herencia igualmente vital de la ecolog’a libertaria de izquierda, en Alemania como en otros lugares. 66 Pero se pueden discernir ciertos patrones: "Si bien las inquietudes sobre los problemas planteados por el creciente dominio de la humanidad sobre la naturaleza han sido compartidas cada vez m‡s por grupos cada vez m‡s grandes de personas que adoptan una gran cantidad de ideolog’as, la respuesta m‡s consistente del 'orden pro-natural' encontr— encarnaci—n pol’tica en la derecha radical ". 67Este es el hilo conductor que une manifestaciones meramente conservadoras o incluso supuestamente apol’ticas del ambientalismo con la variedad francamente fascista.

     El registro hist—rico cree, sin duda, la afirmaci—n vac’a de que "aquellos que quieren reformar la sociedad de acuerdo con la naturaleza no son ni izquierdos ni derechos, sino de mentalidad ecol—gica". 68 Los temas ambientales se pueden movilizar desde la izquierda o desde la derecha, de hecho requieren un contexto social expl’cito para tener alguna valencia pol’tica. La "ecolog’a" por s’ sola no prescribe una pol’tica; debe ser interpretado, mediado a travŽs de alguna teor’a de la sociedad para adquirir un significado pol’tico. La falta de atenci—n a esta interrelaci—n mediada entre lo social y lo ecol—gico es el sello distintivo de la ecolog’a reaccionaria.

Como se se–al— anteriormente, este fracaso generalmente toma la forma de un llamado a "reformar la sociedad de acuerdo con la naturaleza", es decir, formular alguna versi—n del "orden natural" o "ley natural" y presentarle las necesidades y acciones humanas. Como consecuencia, los procesos sociales subyacentes y las estructuras sociales que constituyen y dan forma a las relaciones de las personas con su entorno no se examinan. Tal ignorancia deliberada, a su vez, oscurece las formas en que todas las concepciones de la naturaleza se producen socialmente, y deja las estructuras de poder sin cuestionar, mientras que simult‡neamente les proporciona un estado aparentemente 'ordenado naturalmente'. As’, la sustituci—n del ecomisticismo por una investigaci—n social- ecol—gica clara tiene repercusiones pol’ticas catastr—ficas, a medida que la complejidad de la dialŽctica sociedad-naturaleza se derrumba en una Unidad purificada. Un "orden natural" ideol—gicamente cargado no deja margen para el compromiso; Sus afirmaciones son absolutas.

Por todas estas razones, el lema presentado por muchos Verdes contempor‡neos, "No somos ni derechos ni izquierdos, sino adelantados", es hist—ricamente ingenuo y pol’ticamente fatal. El proyecto necesario de crear una pol’tica ecol—gica emancipadora exige una aguda conciencia y comprensi—n del legado del ecofascismo cl‡sico y sus continuidades conceptuales con el discurso ambiental actual. Una orientaci—n 'ecol—gica' sola, fuera de un marco social cr’tico, es peligrosamente inestable. El registro de la ecolog’a fascista muestra que, bajo las condiciones adecuadas, tal orientaci—n puede conducir r‡pidamente a la barbarie.