Meditaci—n

 

Me siento en silla o almohad—n duro sobre el suelo, lo m‡s relajado que pueda, con la pierna izquierda cruzada sobre la derecha (o el piŽ izquierdo sobre el derecho), la espalda recta, pero sin tensarla, la barbilla recogida y la cabeza de tal modo que la columna este vertical pero tambiŽn c—moda. Mi torso ligeramente inclinado hacia delante (busco, oscil‡ndolo lentamente hacia atr‡s y hacia delante, de hallar el centro de gravedad, para que Žste repose sobre Žl).

Cruzo las manos, con las palmas hacia arriba y la palma izquierda sobre la palma derecha.

Los labios cerrados, la boca interiormente entrecerrada, relajada y la lengua tocando el paladar, relajo mi cara.

Mis ojos, igualmente cerrados con mis globos oculares-detr‡s de los p‡rpados- relajados y mirando hacia el frente.

Respiro profunda y relajadamente.

Ahora dirijo mi atenci—n, mi luz interior, a enfocar todo mi cuerpo, corrigiendo las tensiones que pudieran quedar y tratando de adoptar la postura m‡s relajada posible. Si no puedo, ACEPTO mi tensi—n y la veo y dejo que se quede all’, no lucho por corregirla si no lo logro: ÒHay mil leguas de distancia entre saber que no sŽ y no saberÓ (Proverbio Chino).

Empieza el ejercicio: La luz de mi Òatenci—nÓ la dirijo hacia mi hombro derecho, bajo por mi brazo derecho, luego por mi antebrazo. Si me perd’, vuelvo, constatando que me perd’. No hay nada malo en ello, lo importante es, como en el caso de las plantas y su proceso de fotos’ntesis, que la luz de mi atenci—n har‡ milagros. Mi cuerpo necesita esta luz y yo nunca se la doy: Es como si mi ni–o interior me pide alimento y yo se lo niego al estar ausente y no hacer caso de su desesperado llanto.

Prosigo hacia mi antebrazo, hacia mi mano derecha, luego paso a mi hombro izquierdo y hago el mismo recorrido por el brazo, hasta la mano y los dedos.

Luego paso a mi cabeza, a mi coronilla, bajando por la frente, vŽo si est‡ arrugada, tensa, la relajo, paso sobre los ojos, mis mejillas, la boca, mi barbilla; luego el cuello, los hombros, el torso, el pecho.

Bajo por mi pecho hasta la boca del est—mago. All’ se halla el Òplexo SolarÓ. Sigo bajando, paso por mi ombligo, alcanzo a mi centro de gravedad (el llamado Òplexo MesentŽricoÓ, y se halla a unos 3 o 5 cms. Bajo mi ombligo). All’ reposa mi peso.

La luz de mi atenci—n ilumina ahora mi muslo derecho, luego la pantorrilla derecha, el piŽ derecho y sus dedos.

Paso a mi piŽ izquierdo, subo por la pierna y el muslo izquierdo.

Siento ahora todo mi cuerpo, cual si una atm—sfera luminosa  y viva lo rodease enteramente desde fuera, nos sentimos en esa Òluz Tab—ricaÓ en la cual participamos. Agradezco y luego, lentamente, abro mis ojos.

 

Nota.- El ejercicio que antecede, el ÒsentarseÓ (ÒsittingÓ en InglŽs) es llamado ÒSazŽn Inm—vilÓ en JaponŽs. Contra lo que podr’amos creer, existe tambiŽn un ÒSazŽn M—vilÓ, que debe y puede practicarse, mientras nos hallamos en nuestra vida corriente. Ambos se basan en el hecho irrefutable que vivimos rodeados de un ÒespacioÓ que usualmente no percibimos y que, al recordarnos a nosotros mismos, ÒaparecemosÓ en medio de Žl, cual peces que de pronto se dan cuenta que se hallan rodeados del ÒmarÓ y sus braquias aspiran un poco de su ÒaguaÓ y, gracias a este movimiento, pueden VIVIR. (Dem‡s estar decir que si somos peces que NUNCA lo hacemos, pronto morimos).